Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







miércoles, 15 de mayo de 2013

LAS RESOLUCIONES DE LA CORTE SE ACATAN, NO SE OPINAN



Los jueces y magistrados, ciertamente, no son dioses. Sus fallos y sentencias son enunciados que emiten mujeres y hombres bajo el primado de la imparcialidad, la objetividad y la pureza de método, lo cual hace posible la convivencia humana, en mayor o menor medida, en términos de armonía y paz social. Sus dictámenes, con palabras del jurista Hans Kelsen, son ni más ni menos el fundamento “de la justicia de la ley”.
Las resoluciones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), así, han de acatarse, afirma el senador por el Estado de Sonora, Ernesto Gándara Camou. Agrega, a título de confirmación: “No se opinan”.
Por su parte, el diputado por el Sexto Distrito de aquel Estado, Faustino Félix Chávez, declara que el Estado de Derecho no se negocia. Se debe cumplir, sin excepción alguna. Sobre toda contingencia.
Ambos legisladores dan al blanco de la controversia motivada por el desacato a los mandatos emanados por los órganos judiciales en aquella jurisdicción donde se refieren acciones ilícitas del Ejecutivo estatal relativas a licitación, construcción y operación del acueducto “Independencia”,
Mal asesorado por sus colaboradores versados en el tema, el gobernador Padrés Elías da pie para que se considere su conducta ante las órdenes judiciales, incluyendo las de alta jerarquía, de la SCJN, como si fuesen opiniones, puntos de vista ocasionales, expresiones  subjetivas y, por lo tanto, proferidas por intereses políticos basados en el poder de la fuerza. Se sabe que esto ha dado pie a la petición de Juicio Político en su contra.
De ahí la importancia de que se hagan escuchar voces autorizadas acerca de por qué obedecer el Derecho, las razones por las cuales han de acatarse en firme las resoluciones judiciales, y el argumento de que no hay lugar, no debe haberlo, para opinar acerca de su validez y eficacia.
A quienes hacen las leyes, a quienes dictaminan tras el arduo proceso de su estudio y análisis, en suma a los congresistas, a ellos compete en primera instancia poner en alerta a los ciudadanos acerca del deterioro y detrimento del Estado de Derecho que se ocasiona en caso de incumplimiento y obstrucción a los dictámenes derivados de la interpretación de la ley. Más aún, les incumbe a ellos prevenir sobre la gravedad que se cierne sobre una comunidad cuando es el propio responsable de ejecutar los mandatos de la ley, quien soslaya su acato escudándose en justificaciones o motivaciones inefables.
Dice bien el senador Gándara Camou que las resoluciones de la SCJN no se opinan. Bien lo expresa el diputado Félix Chávez al refrendar el principio de no negociar el Estado de Derecho. Quienes opinan son quienes dirimen la controversia,según los intereses en juego. Y cabría invocar aquí la clásica polémica en la Atenas de Pericles,  de la cual salió victoriosa la idea o noción de verdad fundada en argumentos sobre el concepto de opinión, basada ésta en asegunes y conjeturas. Las sentencias, fallos y resoluciones pertenecen al primer orden, no al segundo.
Al Poder Judicial, por lo tanto a la Suprema Corte, compete, de acuerdo con sus atribuciones,dar a cada quien lo suyo, siguiendo el antiguo apotegma, pero le corresponde asimismo determinar previamente qué es lo suyo de cada quien, como lo señala el autor de la Teoría Pura del Derecho.
Y esto último es lo que acaba de hacer el Máximo Tribunal al resolver, conforme a Derecho, de lado de quién o de quiénes está la razón en la disputa ocasionada por el acueducto, por hoy convertido en piedra de toque de la justicia. De la justicia de la ley.