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Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







domingo, 18 de septiembre de 2011

MANLIO F. BELTRONES: LA REFORMA DEL PRESIDENCIALISMO


Por Federico Osorio Altúzar

En el Día Internacional de la Democracia, el presidente de la Suprema Corte, Juan Nepomuceno Silva Meza, sentenció: Ningún poder está por encima de otro. Su juicio, en modo alguno opinión, corresponde a la investidura y dignidad del titular del máximo tribunal de justicia del país.
Hacen eco sus palabras con la fuerza propia que emana de la Constitución, justo cuando hay barruntos de anarquismo y abuso de poder en varios escenarios de la conturbada geografía nacional. En Guerrero, Nuevo León y en Sonora, la soberbia autocrática hace presencia con la insolencia misma que Luis XIV, rey de Francia, le hizo exclamar: “El Estado soy yo”.
No por repetir una y otra vez el juramento “Respetar y hacer respetar la Constitución”, el aprendiz de dictador se somete obligadamente al principio supremo de que la ley y sólo la ley está por encima del gobernante y que la voluntad jurídica o social determina, sin condición alguna, la conducta de los individuos en sociedad.
En esa tesitura, amerita comentar la propuesta del senador Beltrones, en donde, por cierto, Guillermo Padrés Elías incumple la orden judicial de suspender el llamado “Acueducto de la discordia” y secunda su acción, inspirada en flagrante anarquismo, el delegado estatal de CONAGUA, justificando la continuación de la referida construcción.
En buena hora Beltrones lanza su iniciativa con apoyo en la “bancada” priísta del Senado,  para reformar el presidencialismo mexicano lastrado, como a todos nos consta, de facultades discrecionales que hacen de un poder paritario, el Ejecutivo, un poder máximo, un Poder Supremo, con atribuciones para saltar sobre las restantes potestades del Estado convertidas en sombras. Así, prevalece el rezago iusnaturalista que niega la identidad de Estado y Derecho haciendo este rechazo ideológico, una vez más, gravoso y empobrecedor obstáculo de la convivencia democrática.
Conocedor del ejercicio del poder, por los muy largos años en el desempeño de cargos de representación popular, sin olvidar su actuación en el gobierno del Estado de Sonora, Beltrones subraya lo importante que sería para el futuro de la conducción del país el papel del Ejecutivo en los niveles federal, estatal y municipal, respaldado por la participación colegiada de la sociedad. Apunta, de ese modo, a una reforma que  inaugure gobiernos de coalición (no de colisión) en el que participen en su composición diferentes matices ideológicos y políticos
Asoma, ahí, un parlamentarismo “sui generis”, en donde la gobernabilidad depende de la concurrencia de las diversas corrientes y fuerzas partidistas y se trascendieran usos y costumbres (corrupción a la alta escuela de corte mafioso), formas perversas de manipulación no sólo política sino económica con merma de soberanías en los Estados y los Municipios, como sucede hoy en día. La democracia en México, dice Felipe Calderón, está en peligro. Cierto: hay riesgo de convulsión y de continuar a la deriva.
Pero el verdadero peligro, el riesgo real y latente, es que llegue al poder un representante del mismo crimen organizado, manipulado desde allende la frontera.
Muy oportuna la propuesta del coterráneo de Luis Donaldo Colosio relativa a la  reforma del presidencialismo. Pero cabría esperar que se incorporaran en el texto controles constitucionales para que, nunca más, se repitan sucesos como el asalto a la Carta Magna vía la presencia, en calles y despoblados, del Ejército y la Marina, y menos la de agencias extranjeras en nuestro suelo “violando” soberanía y garantías.
México ha sobrellevado dos décadas de autoritarismo, suplantaciones a espaldas de la voluntad ciudadana, arreglos y concesiones a trasmano con el exterior y pobreza extrema, por la desocupación masiva; por la demeritada oferta educativa. Difícilmente soportaría una década más de humillación y vejaciones.