Por Federico Osorio Altúzar
Los días que corren son días para cumplir con el principio de enterar a la población acerca de lo que sus mandatarios, hombres de leyes y funcionarios de justicia hacen en su nombre y representación. Son días para evaluar lo realizado, efectuar sumas y restas, ponderar la obra efectuada en la administración pública; en suma, en todo lo relativo a la aprobación de normas de observancia obligatoria.
En el Senado, su Presidente Manlio Fabio Beltrones, rindió cuentas sobre la obra legislativa llevada a cabo en uno de los periodos más inciertos en el México actual. Precedió la ceremonia a la de este 1 de septiembre en la que el jefe del Ejecutivo da cuenta y razón de su actividad en el año que cubre, pero en cierto modo resume los trabajos y los días de cinco años al frente de la jefatura presidencial.
Son dos facetas del quehacer público, por el concepto republicano y las directrices políticas que dan el sello institucional a la tarea de hacer leyes y, asimismo, ejecutarlas.
Del informe del senador Beltrones se desprende la visión de un México en proceso de cambio, en búsqueda de rumbo. Por otro lado, anticipos del informe del Ejecutivo hacen ver a un México que ha ido de menos a más, del rezago económico y laboral a la estabilidad en los principales órdenes del bienestar humano. Un México triunfalista.
Son visiones disímbolas, encontradas entre sí, aunque no antitéticas o contradictorias; de un mismo sentido o en una misma relación. El presidente Calderón describe un México en el cual el cúmulo de promesas y compromisos no deja ver los apremios circundantes. El ex líder senatorial, Beltrones, se refiere por otra parte, a un México en donde (en labios del Presidente Calderón) todo cambia, pero en donde todo sigue igual; es decir, un país, México, en el que si bien mucho ha cambiado, ha sido un cambió “de nomine”, sólo de nombre, pues la política y los partidos permanecen idénticos a sí mismos, iguales por dentro, en lo que se refiere a su estructura y finalidades, y distintos sólo en cuanto a su apariencia o fachada.
El México de Beltrones mira hacia el inmediato futuro, sin desconocer el terreno en el que pisa. Mira con una visión ciudadana, de ciudadanización en el modo de gobernar y en el método de hacer leyes y hacerlas cumplir, individualizándolas en orden a establecer condiciones admisibles, promotoras de justicia jurídica.
Este México es el México de apremios e insatisfacciones. Es el México que clama por justicia y equidad, seguridad para disipar el temor, la inseguridad, la anarquía y, sobre todo, la falta de certidumbre, de credibilidad y de rumbo.
Es el México en donde ha de ser prohibitivo el “ni” esto “ni” lo otro: en el que ni haya zozobra ante la desocupación, la insalubridad, como tampoco en donde ni la falta de lugar en las escuelas, ni la inseguridad, ni la miseria ahuyenten la inversión, el crecimiento con desarrollo y en donde la exportación de bienes materiales sea una forma para encubrir la fuga de recursos humanos, de personas, víctimas de vejación y abusos en el extranjero
En esta visión de Estado mucho habrá que construir: reformar la hacienda pública, para que la riqueza deje de privatizarse y las deudas se socialicen. Habrá que reformar la política a fin de que impere la voluntad ciudadana y no los ímpetus voluntaristas; reorientar las bases jurídicas y políticas de la seguridad como condición de toda reforma incluyendo la fallida en materia de seguridad pública.
Dos Méxicos: uno que quieren los pocos, la minoría; otro, el que quiere jurídica y políticamente la mayoría. Uno, el de la anarquía; otro el de leyes sabias y previsoras. Aquél, el del terror y el miedo; éste, el de la legalidad y la responsabilidad. En suma, el de la libertad y el goce de derechos y garantías, de la seguridad y el rumbo certero.