Celebró el Estado de Israel
el 65 aniversario de su independencia como nación soberana, en pleno goce de sus derechos y obligaciones
propios dentro de la sociedad internacional. En México la embajadora, Dra. Rodica
Radian Gordon, presidió la ceremonia y envió un mensaje refrendando la cordial
amistad entre su país y el nuestro. Con
el proverbial brindis “Lejáyim!” (Salud!), se refirió a un futuro promisorio
entre ambas naciones, no sin dejar de mencionar el entorno conflictivo en el
Medio Oriente. Pero, acentuó, Israel sobrevive y pervive en sus hombres y
mujeres, en su palpitante historia: innovaciones en las ciencias naturales y
sociales, en la coexistencia
institucional e instituyente, en su política de cooperación y en la
creatividad artística.
Un oasis en el desierto es el
Israel moderno lleno de páginas imborrables escritas por Hermann Cohen, Albert
Einstein, Hans Kelsen y el descubridor de la subjetividad existencial, Sigmund
Freud, para mencionar unos nombres entre sus hijos más ilustres.
Israel antiguo, ancestral,
primigeneo, palpita en las páginas del Pentateuco desde las cuales, a nuestro
juicio, se preparan hallazgos que repercutirán en los poemas fragmentados de
Jenófanes y Parménides, emergentes en la aurora de la filosofía griega. Con los
enunciados sobre el Dios único y lo Uno de los eléatas, preludio de la genial
hazaña del pensamiento crítico, posteriormente incidirán aquellos atisbos en el
método de la pregunta y la respuesta, así como en el luminoso capítulo que va
de Anaxágoras a Sócrates, pasando por el movimiento renovador de los sofistas.
Hay un hilo de continuidad
entre el Israel arcaico y el Israel moderno, entre la nación migrante de la
esclavitud egipcia al Estado actual,
cuya audacia le ha hecho trascender acosos destructivos, por ejemplo, con Tito,
el emperador romano, en los inicios de nuestra Era, después con la
persecución durante la Inquisición hasta culminar en el Holocausto nazi, sin
descontar el terrorismo islámico.
Afrontando con inaudito valor
la consigna de ser lanzado al mar, el Israel de Golda Meir, de Simón Peres y de
Gurión, de Menajem Beguin y Netanyahu, hace realidad, por medio de negociaciones,
acuerdos y tratados, el sueño de los profetas antiguos y modernos, de Teodoro
Herzl y Jaim Weizmann, como también de estadistas de la talla de Carter y Obama en
nuestro tiempo. Prosigue el ideal de la “Paz Perpetua”, según al proyecto
cosmopolita de Kant: la esperanza de un mundo mejor, con la sabia expresión de
Popper.
“En sólo 65 años, dice la
Embajadora Radian Gordon, Israel logró un desarrollo tecnológico y económico
que lo posicionan hoy como uno de los países más avanzados del mundo”. Vencedor
de la malaria, de la extremada escasez de agua, del crónico terrorismo, de la
incomprensión política y religiosa, Israel ha logrado triunfos inobjetables en
la política internacional, en la investigación literaria, en la educación
agrícola, en la formación de técnicos en materia hidráulica; expertos en
comercio internacional y turismo. En suma, ha participado ejemplarmente con
iniciativas y propuestas, a fin de promover la paz como condición de crecimiento
y desarrollo de su población y la región
circundante.
Atendimos la generosa
invitación de la Embajada de Israel, por medio de la muy afable Dolores Purón Mier y Terán (de Prensa y
Cultura), a la ceremonia del LXV aniversario de su Independencia efectuada en
el Centro Deportivo Israelí. Ahí evocamos, mi esposa Emma, mi nieto Eduardo
Federico y yo, funcionarios y amigos de Israel: a Víctor Harel, a Shalom Golán
y su bella familia, a Joseph Livne, ex embajador; en Jerusalén y Tel Aviv, en
Belén, Tiberíades y los Altos del Golán, al gentil ArieComey y al inolvidable
Ariel Roffe.