La violencia y la provocación
se extienden desde el Norte, en Sonora, hasta los confines del país en el sur,
representado éste por Guerrero y Oaxaca. En la tierra de Elías Calles y en las
entidades aludidas, hay quienes buscan fortuna en la contienda auspiciada por
el conservadurismo provocador y anarquista de nuestros días.
En la UNAM, el síndrome
del 68 hace amedrentadora presencia: la demagogia populista se envuelve en
disfraz de progresismo social dentro del campus universitario, emulando así a la
facción pretendidamente revolucionaria que izó banderas de cogobierno académico,
hace medio siglo.
Esta vez la violencia ha
sido sofocada en los planteles de enseñanza media superior, desde los cuales se
atizaba la hoguera de la confrontación so pretexto de inconformidad con motivo
de la reforma del bachillerato, primero en los colegios de Ciencias Humanidades
para, enseguida, tratar de poner en jaque a la reforma diferida en la
Preparatoria, desde los años 80. En 1968, desde el ancestral plantel educativo se
dio comienzo a la tendencia injerencista y desnacionalizadora, frente a los
cambios promovidos por el rector insigne, doctor Ignacio Chávez. Entonces se
quiso derruir, de la noche a la mañana, los progresos logrados con singular
tenacidad y visión de futuro.
Sin embargo, en este 2013
la Preparatoria ha salido ufana de las trampas emplazadas. Los colegios del CCH,
a su vez, superaron los connatos de violencia, “inadmisible”, dice el rector
José Narro. La primera, la Escuela Nacional Preparatoria (ENP), culminó con
ufanía y buen éxito los festejos por el 145 aniversario de su creación, y se
apresta para efectuar la renovación del Plan de Estudios. Los segundos, en el
CCH, conmemoran en relativa paz académica cuatro décadas de su fundación
gracias a la gestión del ilustre rector Pablo González Casanova.
José Narro Robles
enalteció el sitio honroso que ocupa la Preparatoria de la UNAM, calificándola
de “insustituible”. Definió su función como privilegiada: perdura en la memoria
y el corazón de los universitarios. Silvia Jurado Cuéllar, continuadora de
directivos cuyos nombres son aún recordados (Enrique Espinosa, Guadalupe
Gorostieta, Ernesto Schettino Maimone, Lourdes Sánchez Obregón, entre otros),
evocó en la clausura de los 145 años, la memoria de todos aquellos que “nos han
dado nombre”, docentes que consagraron intelecto, “eros” pedagógico y emoción
al servicio de la juventud en aulas y talleres de la Preparatoria.
Cierto: la reforma
educativa afronta incomprensión, resabios de rencor y franca oposición,
asimismo, en el ámbito de la educación que administra, y trata de liderar el Gobierno,
exigiéndose privilegios y derechos que no existen; condiciones de excepción al
margen de la legalidad.
Se califica a Emilio
Chuayffet de advenedizo en el área de la educación básica, media y técnica
superior. Se olvida su experiencia jurídico-política en los dominios del
federalismo, válido en lo educativo y cultural del país. Y no se toma en cuenta
que en su equipo destacan funcionarios en particular calificados para el avance
de la Reforma en los prolegómenos de ésta: Fernando Migallón, ex director de la
Facultad de Derecho (UNAM) y César Bécker Cuéllar, abogado experimentado, sobra
decirlo.
Se pasan apuros ante los
cambios en el enclave educativo en todos sus niveles. Pero el empeño,
diligencia y voluntad del Presidente Peña Nieto, son garantía de eficacia: “la
Ley no se negocia”, asegura. Y la eficiencia está en buenas manos. México, la
sociedad nacional, los “paterfamilia” y los educandos libran la más ardua,
compleja e insoslayable de todas las batallas: aquella que a la postre dará
reciedumbre y gallardía a la nación dispuesta a vencer, con determinación y
entereza, los rigores de la provocación, la violencia y los acosos.