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Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







miércoles, 16 de noviembre de 2011

LA REELECCIÓN DEL RECTOR JOSÉ NARRO ROBLES


                                              Por Federico Osorio Altúzar

En “Tres Rectores vistos por un Rector”, Guillermo Soberón,  Rector Magnífico de la UNAM, (1973-1981), expresó las motivaciones que lo indujeron a participar en la elección de rector hacia finales de 1977, la que se resolvería con su reelección para ocupar por segunda vez la Rectoría de la Universidad. Describió entonces la inquietud y el recelo de su familia acerca de su inclinación para reasumir el honroso cargo, desde el cual había contribuido al rescate del Alma Mater y a la reconstrucción de la Casa de Estudios tras la azarosa década anterior de los años sesenta.
El entonces rector se sobrepuso al pesimismo en torno a una segunda gestión, considerando los turbulentos sucesos recientes en la institución, lo cual hacía temeraria una decisión en el sentido aludido. Como se sabe, Guillermo Soberón fue reelecto para un segundo periodo, el cual pasó a la historia de la UNAM como uno de los más significativos por su creatividad académica y prestigio internacional. José Sarukán (l989-1997) consolidó aquel legado en el primer rubro y Juan Ramón de la Fuente en lo segundo.
Narro Robles, ciertamente, ha cumplido con sobrados méritos su primer rectorado, reafirmando la convicción acerca de que la UNAM es eje fundamental de la vida educativa de México, pilar sobre el cual descansa el pulso de la cultura superior del país y, por lo mismo, conciencia de la nación como lo han proclamado, una y otra vez, sus más insignes rectores. En una época caracterizada por la zozobra y la inestabilidad política y social, la Universidad más antigua del Continente convalida su perfil sesquimilenario. Es “Mater et Magistra” allende las fronteras.
El rector José Narro puede ponderarse, sin temor a equivocarse, como el prudente, austero y talentoso continuador y custodio del legado jurídico-institucional, en la década de los años 40, con la creación de la Ley Orgánica que dio base legal a las funciones sustantivas de la Universidad, herencia que adquiere su principal expresión en los 80 con la reforma que consagró el precepto de la autonomía universitaria en la Constitución. El rasgo de prudencia hace recordar el pensamiento del viejo Aristóteles (“Ética a Nicómaco”) para quien esta virtud consiste en la capacidad para decidir, con arreglo a las disposiciones racionales, y actuar rectamente con destreza y oportunidad.
Una institución, así, en donde predomine la paz creativa, impere el ocio constructivo y no reine la dispersión de la inteligencia y el derroche de recursos es, sin duda, una institución en la que pueden confiar plenamente sus patrocinadores o sostenedores y de la cual se pueden esperar resultados en términos de excelencia. Quienes ahí laboran y la hacen posible son miembros de una institución ejemplar, con carácter de paradigmética, un modelo educativo digno incluso de imitarse.
Tras la reelección del Rector, renace  la idea ancestral de que la Universidad debe ser pilar de progreso y fundamento de riqueza intelectual y equidad social: fuente de beneficios educativos y seminario de enseñanzas para el desarrollo del país.
En pleno despegue del siglo XXI, la UNAM  reasume con su Rector, con el rector reelecto, la nueva travesía en los inicios de siglo con las energías y el dinamismo de una comunidad en donde la juventud física se entrelaza y se imbrica con la madurez y prestancia de investigadores y docentes que la revisten, hoy por hoy, de reconocimientos por lo que ha sido, es y será: conciencia lúcida de la Nación.
Con el rector José Narro Robles, la Universidad Nacional se predispone a fortalecer las bases institucionales,  su razón y sentido. Es decir, su original y originaria vocación histórica.