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Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







jueves, 24 de noviembre de 2011

BELTRONES Y MARCELO EBRARD: EL ARTE DE LA NEGOCIACIÓN



                                                     Por Federico Osorio Altúzar

Marcelo Ebrard y Manlio Fabio Beltrones son, por hoy, maestros y líderes en el arte de la negociación política. El primero, desde la trinchera de las izquierdas ha ganado reconocimiento de su organización partidista como también de sus numerosos adherentes a las propuestas perredistas; el segundo, como adalid de los impulsores del abanderado del PRI en el proyecto más audaz de que haya memoria en México: la reconquista del poder, por parte de la oposición, en poco más de una década.
Marcelo Ebrad contribuyó a unir, en medio de los barruntos y amenazas de fractura dentro del PRD. Con palabras de Manuel López Obrador, el dinámico jefe de Gobierno del DF puso oídos sordos al canto de las sirenas, convirtiéndose en el moderno Ulises de la política nacional, cargado de bríos y esperanzas a poca distancia de llegar a la mítica Ítaca. Ha cruzado el Scilas y el Caribdis, y se mira a salvo de los riesgos de la ambición, capaz de hacer sucumbir al más osado.
Por lo que se refiere al senador, el publicitado ex gobernador, discípulo dilecto de quien fue encumbrado y poderoso, fallecido ya, don Fernando Gutiérrez Barrios, su perspicacia lo ha llevado a realizar una hombrada, en beneficio de su partido, el PRI, y de su abanderado, el ex mandatario de Edomex, Enrique Peña Nieto, en muy exitosa campaña. Beltrones abona en la cuenta política del más cercano huésped de Los Pinos, aquellos haberes reunidos a lo largo de años de secreta aspiración por alcanzar la Presidencia.
Ahora bien, de llegar a la Primera Magistratura, Ebrard sería el brazo derecho en el gabinete del tabasqueño, vicepresidente en el caso de que mediara una reforma constitucional, con dicho efecto. Sus bonos, a la fecha, están por las nubes,  de acuerdo con la apología del asimismo virtual vencedor en los comicios del 2012.
En el caso de Beltrones, el escenario para el senador es similar, aunque con sus propios asegunes. Y a pesar del “analogon”, el sonorense es político experimentado para caer en la depresión derrotista, mal que hace de la adversidad una tumba y del triunfo un derroche de fuegos artificiales.
El PRI, de reconquistar Los Pinos en la persona y futurible investidura de su carismático precandidato mexiquense, sin duda compensaría con generosidad, segun los usos y prácticas políticas, al ahora dimitente aspirante a la Presidencia de la República, el senador Beltrones. ¿Quién diría, si no, que el ex coordinador de los senadores podría jugar en el venidero verano como carta fuerte del PRI a la jefatura del gobierno del DF? ¿Quién apostaría en contra de la posibilidad de que el PRI volviera, como en Michoacán, a la jefatura de gobierno, en el caso, en la sede misma de los poderes federales; es decir, en la Ciudad de los Palacios?
Más que la presidencia del CEN priísta en caso de la renuncia de Moreira, a Manlio Fabio le quedaría bien, sin duda mejor, en el caso de que fuese triunfador Peña Nieto en el 2012, emerger como digno sucesor de Marcelo Ebrad. Entre los mejores, su jefatura gubernamental tendría proyección constructiva, por su calidad de conciliador eficaz, y figuraría, así, como continuador del proyecto urbanizador con dimensión social, en paz y armonía.
Todo está en el aire. Por lo pronto, habría que subrayar el ánimo que prevalece en lo político y particularmente en los prolegómenos de la contienda electoral en la que, por fortuna, no se deja lugar a la guerra perversa gestada,  sino a la lucha en el sentido de  competencia, de oferta pública con programas y propuestas. El caso de Michoacán y el derroche poselectoral de recursos económicos para convencer, por medio del engaño y la cadena de falacias sin término, deja perdurables enseñanzas.