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Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







miércoles, 18 de mayo de 2011

LA PAROTA: PRUEBA DE FUEGO PARA EL GOBERNADOR AGUIRRE



Por Federico Osorio Altúzar

En su libro “El acento del cambio. Una izquierda moderna” (Porrúa, 266p., 2011), cuyo aroma a imprenta se percibe aún, Zeferino Torreblanca Galindo, ex gobernador de Guerrero, hace puntual y ágil relato, con pormenores en cada caso, de los atisbos, acechanzas y trampas que rodearon el sexenio a su cargo para hacer descarrilar y defenestrar, de ser posible, el modelo político inspirado en derroteros sociales, culturales y económicos.
En el Estado de Veracruz, al margen de partidismos, Javier Duarte, gobernador, truena contra el asistencialismo que, en vez de atacar la pobreza radical y la marginación extrema, envilece a sus destinatarios, los humilla, empobrece de cuerpo y alma, y los convierte en víctimas indefensas. Acaba de lanzar un plan gubernamental llamado “Adelante”,  guiado por el objetivo de promover empleo, ingreso, salud y vivienda.
En la sierra Tarahumara, en las estribaciones de la montaña, alcaldes chihuahuenses se unen a la proclama de impulsar políticas en áreas olvidadas: carreteras y caminos vecinales, escuelas de artes y oficios, de enseñanza media y superior (preparatorias completas, escolarizadas y a distancia; universidades tecnológicas), redes de energía eólica y solar. En fin, presas como la proyectada con el nombre de “El Gavilán”
Es decir, cunde por todos los enclaves pauperizados del país la propuesta de origen socialista, democrática, de redimir por medio del trabajo organizado, la honestidad a toda prueba, la inversión de recursos limpios, en translúcido ejercicio, para beneficio equitativo de quienes arriesgan capitales y administración política con transparencia. Todo en beneficio de la colectividad, nada escondido en los sótanos en donde la corrupción y la rapiña lo complican todo.   
Por su parte, el mandatario Ángel Aguirre Rivero afronta los primeros exámenes de rigor, aunque, se sabe, no es él un neófito en el arte de mandar y un desconocido en su propia tierra.
 “La Parota” es, por hoy, el asunto prioritario en el ámbito agrario en donde comuneros y líderes de izquierda tratan de hacer valer sus  puntos de vista y colocan al Ejecutivo estatal sobre el filo de la navaja: construir la ingente obra o suspenderla temporalmente. Se invoca a la CFE como árbitro para resolver el dilema, mientras la improductividad, la desesperanza ocupacional y la hambruna asoman sus crueles fauces.
A lo anterior se añaden los embates contra el turismo por la clausura  del Tianguis de Acapulco y lo que esto representa para la economía de los porteños, abatidos por el daño a uno de los principales destinos de entretenimiento y placer, como también para la economía en la entidad. El alcalde Añorve Baños hace hasta lo imposible para rescatar lo que da la impresión de negocio perdido, mientras Aguirre Rivero asume las riendas de un gobierno que se plantea como la prueba mayor del socialismo moderno en un escenario en el cual la violencia deje de ser arma en manos del anarquismo provocador y el oficialismo ancestral lastrado por el caciquismo y el afán desmedido de enriquecimiento a espaldas de la desnutrición, la ignorancia, la miseria y la postración en grado extremos.
Otras pruebas acechan al mandatario. Pero su experiencia, sin duda, le dictará caminos de  negociación, de un diálogo constructivo, políticas de información objetiva, fluida y transparente, dentro y fuera de la jurisdicción, reiterando fórmulas para mantener enterados a los ciudadanos, mediante la críticas razonadas, apertura a las objeciones e inconformidades, lo cual fortalece a la democracia participativa, a la cooperación social y al Estado de Derecho. El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no es utopía, meta inasible, ideal absoluto. Tampoco, mucho menos, es patrimonio del radicalismo anarquista y ruidoso, vociferante y pauperizador.