Llega
el turno a mandatarios estatales y municipales a fin de enterar a los
ciudadanos acerca de lo realizado en el último año de sus administraciones y apuntar
a lo que falta por efectuar en el resto de su desempeño.
En
estos días de adversidades, la evaluación de las políticas públicas adquiere un
significado que va de la apatía a la indignación social, del conformismo a la
denuncia por aquellas conductas irresponsables en el manejo de los asuntos de
la población.
Habrá
sin duda reseñas o relatos de promesas cumplidas en los rubros principales del
bienestar: escuelas y hospitales, viviendas, seguridad y empleo, etcétera.
Pero
también habrá repeticiones al infinito sobre obras no realizadas, incumplidas
promesas que se las lleva el viento con facilidad.
En
Chihuahua, a un año de haber asumido el poder político, Javier Corral Jurado,
panista, sucesor del corrupto mandato de César Duarte, ha seguido a la fecha el
de quien ofreció contener los feminicidios, abatir los crímenes contra los
informadores y editorialistas, poner término al desorden en el transporte; en
suma, luchar por la recuperación moral, jurídica y política en el Estado
Grande.
Cuando
se preveía la restauración de una administración nueva en cuanto a la
vinculación de los municipios con la cabecera gubernamental (Gobierno del
Estado), el fenómeno de la dispersión y de la incuria administrativo propiciada
por el gobernante panista, ha hecho crisis, convirtiendo a la entidad en un vasto confinamiento en lo que se
refiere a las regiones olvidadas, marginadas y ayunas de toda protección y
apoyos.
Caso
contrario es el de una munícipe, diligente y consagrada a cumplir con las
promesas contraídas con sus gobernados, cuya administración figura entre las
más de sesenta con las que se integra el territorio chihuahuense, el Estado
libre y soberano de Chihuahua.
Nos
referimos a la presidenta de Moris, Perla López, quien al término de 12 meses
ha tenido el acierto de visitar pueblo por pueblo, aldea por aldea, mesa por
mesa, las de su jurisdicción. Ha logrado hacer lo que, por cierto, no hacen en
general los titulares del poder municipal por sus regiones en desamparo,
llevando un mensaje de esperanza y un formato de promesas que ha ido cumpliendo
en la medida de las posibilidades financieras.
Da
buen ejemplo reconstructivo la alcaldesa aludida, tomando en consideración el
tiempo de su gestión.
Por
caso, ha ofrecido ampliar los servicios educativos en las zonas montañosas casi
incomunicadas, en las “Mesas”, así denominadas (Mesa de Abajo, Mesa Colorada,
etc. Y de ese modo lo expresa en su Informe de Gobierno. Lo mismo ha hecho con
el tema de la salud y los caminos vecinales.
Es
verdad que hay tareas hasta ahora en espera de resoluciones, como la luz y las
comunicaciones digitales. No llegan aún, con la eficacia que abrigan los
pobladores, muchas ventajas de la informática, aplicable en cuestiones de
información educativa y en materia de seguridad.
Hasta
donde sabemos, la hasta ahora presidenta municipal aspira, con toda
legitimidad, a reelegirse en el cargo que la pondría en condiciones de
satisfacer numerosas promesas en vías de cumplimiento. Tiempo al tiempo.
Aunque
no son aconsejables las comparaciones, los dos casos que nos ocupan son motivo para reflexionar acerca de las
promesas cumplidas y los compromisos incumplidos.