Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







domingo, 26 de junio de 2016

ANTE LA INGOBERNABILIDAD: EL CASO DE SONORA

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Deplorable es, en todo sentido, el deterioro del Estado de Derecho y, consiguientemente, el Estado democrático de Derecho.
Desde  1994,  la creciente demanda ciudadana a fin de resolver los problemas de inseguridad, tráfico de estupefacientes junto con la imparable impunidad, fue convirtiendo lo que aún quedaba del Estado benefactor en crónica destinada a los archivos del olvido.
A la sombra de la ingobernabilidad, el Estado eficiente y eficaz fue perdiendo terreno, acumulándose, de modo abrumador, la insatisfacción, la pérdida de credibilidad y la confianza en las instituciones. Medraron, a partir de entonces, grupos contestatarios, disidencia organizada y pulverización de partidos a los que, por cierto, llegaba la oportunidad de enarbolar emblemas persuasivos y difundir propaganda en contra de los gobiernos en turno.
Ayer Michoacán y Coahuila; hoy Guerrero, Chiapas y Oaxaca, abanderaron y promueven desestabilización virulenta en nombre de organizaciones de maestros, médicos, burócratas. Hay en lucha toda clase de frentes en donde la inconformidad tiene vigorosas alas. La infiltración de provocadores profesionales al servicio del mejor postor, está a la vista.
En Sonora, por contrapartida, se está dando la batalla por la legalidad y la restauración del Estado de Derecho, llevado al extremo de haberlo convertido en tierra baldía ocupada por densos mantos de la impunidad y anarquía oficializada.
Esta semana, nada menos, la titular del Ejecutivo estatal, Claudia Pavlovich Arellano, salió de sus casillas por decirlo así y demandó a la PGR, en nombre de los sonorenses, respuestas específicas a las peticiones de justicia formuladas ante la dependencia por los ilícitos cometidos en la administración gubernamental inmediatamente anterior.
Pero, justicia lenta, con pasos de tortuga, se sabe, no es justicia.
Y en el caso, es evidente, la justicia jurídica, el derecho penal positivo, ha pasado a ser instrumento político en manos de burócratas sin escrúpulo.
Los tiempos legales sirven como la cama de Procusto, a fin de estar al servicio de  usurpadores, con despojos de poder,  a través de cínica complicidad.
El comunicado de Pavlovich Arellano, sin duda, pasará a la historia de la política instauradora y restauradora  como un vibrante ejemplo de entereza y apego a la legalidad ante la creciente oleada de ingobernabilidad que amenaza a las instituciones de seguridad, orden y justicia.
Sin faltar a los protocolos de cortesía y de respeto, la mandataria Pavlovich, quien lleva escasamente 9 meses en el poder,  puntualiza de manera concisa y enfática: “El Estado de Sonora se ha propuesto corregir muchos de los abusos cometidos por quienes defraudaron la confianza de la sociedad sonorense.”
Prosigue: “La importancia  de las instituciones encargadas de la procuración de justicia exige que se lleven a cabo acciones profesionales objetivas, transparentes, independientes e imparciales en la investigación y persecución de los delitos en el marco del respeto a los derechos humanos y de las resoluciones, en su caso, emitidas por órganos jurisdiccionales federales.”
Después de advertir acerca de la premura que hay en cuanto a escuchar los reclamos ciudadanos a fin de revalidar el Estado  Constitucional de Derecho, la gobernadora sonorense refrenda su posición institucional, que sin duda los mexicanos de bien reconocen: dar final al “impase” en que se han puesto las indagaciones a cargo de la PGR sobre hechos hasta ahora en crasa impunidad, motivo de su justo reclamo.
Ciertamente, hay hambre y sed de justicia en toda la Nación.
Una y otra aumentan, día a día, sin que haya respuestas satisfactorias y pertinentes. La apatía, el desdén y el manejo político de los ilícitos dan apariencia de legitimidad a hechos delincuenciales como los que se cometen en el sur, el sureste y el norte del país.