Conmemora
la escuela secundaria “José Rafael Campoy” ochenta años de servir a la sociedad
cajemense. El feliz acontecimiento es suceso de gran significación en la historia del municipio sonorense.
Sus
egresados lo ponderan como un hecho excepcional en sus vidas, el haber pisado
aquél umbral que, a su vez, marca el principio de la adolescencia de todos
aquellos que iniciaron entonces la heroica hazaña hacia su formación
profesional.
Nombres
de docentes y ex alumnos distinguidos vienen de inmediato a la memoria. Entre
los primeros, Marco Antonio Quiñones (biólogo muy notable, continuador en África
de la “Revolución Verde” emprendida, desde el CIANO, por el Dr. Bourlag); Luis
Bojórquez Castro (asimismo biólogo connotado, investigador en la UAM sobre
temas ecológicos de vibrante actualidad, autor de libros sobre su
especialidad); Manuel Salmón (ex director del Instituto de Química de la UNAM;
Francisco Ruiz Rubio (docente de la Universidad Autónoma de Baja California);
Gilberto Guevara Niebla (Subsecretario de la SEP durante la administración de
Carlos Salinas de Gortari), Álvaro Cepeda Neri, destacado periodista de fama
nacional, Eduardo
Domínguez Barraza (Subdelegado del IMSS en el Estado de Nayarit). Y así
sucesivamente: Médicos valiosos por sus servicios profesionales: los doctores
Noriega, Miranda. Y tantos otros: Federico Cota, Antonio Álvarez, Y en sitio
relevante el tenor Alfonso Navarrete.
Maestros
de imborrable memoria: José L Guerra, Bartolomé Delgado León, Carlos Moncada
Ochoa…
El
LXXX aniversario de la conocida como Secundaria “Campoy” tiene un trasfondo
digno de mencionar que alude a los comienzos de una institución que marca
huellas luminosas en la historia de la educación, la cultura y la vida
profesional de Cajeme.
Se
trata de la publicación de un libro llamado a integrar la semblanza del plantel,
en la medida que muestra la faceta de su rostro humano, el carácter propio de
su comunidad en cuanto a convivencia y compañerismo comprensivo, así como en lo
que se refiere al valor superior que la directiva, en este caso, el que
manifiesta el maestro Miguel Ángel Saavedra Montaño, su actual director.
La
obra en cuestión es: “Vitrales: la Historia
de Cinthya”. Su autora, Cristina Clark Caraveo, egresada de la Normal Superior
del Estado de Sonora, maestra de Español, con 22 años de servicio; oriunda de
la población de Tesopaco, vecina con Ciudad Obregón, cabecera municipal.
La
maestra contribuye generosamente con un libro documental en el que cada página
es trasunto de “eros” pedagógico, expresión de verdadera pasión magisterial en
donde la comprensión, la hondura de legítima identificación maestro-alumno
alcanzan la suprema conjunción entre el saber que dignifica y el cuidado
integral (cuerpo y mente, inteligencia y vida orgánica), revisten similar
trascendencia en el trato hacia todos y a cada miembro de la comunidad.
La
historia de Cinthya es, en este sentido, un ejemplo inaudito en su doble
expresión: por una parte alude a una experiencia personal, la de la adolescente
víctima de un mal en principio incurable, el tesón de ella para arrostrar el
proceso médico para su eventual cura; por otra, la disposición de la maestra
Clark Caraveo a fin de prodigar una atención diríase maternal durante el que
damos por llamar drama muy doloroso. Y al fin, la participación de los alumnos
y compañeros de Cinthya en la ejemplar tarea de recabar sus testimonios casi
cotidianos y su férrea determinación para resistir y superar el embate de la
fatal enfermedad.
Cinthya,
hoy lo sabemos, desdichadamente murió a finales de marzo pasado. Su corta vida
es paradigma de valor, entereza y ansia
de vivir y sobrevivir. La maestra Clark es inédito ejemplo de “eros” pedagógico.
Su libro, luminoso testimonio.