Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







domingo, 5 de enero de 2014

AÑO NUEVO, ¿MÉXICO NUEVO?



La metáfora del anciano que se va para dar entrada al año recién nacido, vuelve a repetirse. Forma parte de la ley del eterno retorno. Pero se olvida por momentos la sabia admonición de que el pasado adquiere sentido en función del futuro y que éste depende de lo que nos propongamos, hagamos o dejemos de hacer.
Este 2013 fue un año de promesas y compromisos, cuya medida precisa se dará en la balanza de las realizaciones. Fue un año pletórico de reformas, de propuestas y programas, planes para el corto, mediano y largo plazos.
2013 fue el preámbulo de un México cuyo rostro no acaba por develarse. Se insinúa como el México de la Reforma constitucional impulsada por el Benemérito en el último tercio del siglo XIX, tras el imperio de conservadores e intervencionistas de ultramar.
Ha sido este año un amanecer en el que se avizoran limpios horizontes en la educación, la distribución equitativa de la riqueza pública a través de la reforma hacendaria, la cual podría ir más allá de meras modificaciones fiscales. Estaríamos, así, en el despertar del letargo en donde la rapiña oficial estuvo en manos de administraciones que dispusieron y deshicieron del erario nacional encubiertas en máscaras de falaz nacionalismo y amparadas con el lema: la Patria es primero.
2013 será recordado como el año de la segunda gran reforma nacional en el capítulo de los hidrocarburos, del uso y usufructo del subsuelo, y por lo tanto de la riqueza minera en manos extranjeras, así como de los mantos freáticos convertidos en recursos privados por los neo terratenientes, acaparadores de lo ajeno.
Así, 2013, el año que se va, ha sido año de reformas largamente anunciadas y postergadas, con alevosía, por liberales y conservadores. Es el año de la revolución jurídica  en lo económico, lo social y lo político, el cual deja a generaciones venideras un legado histórico cuya preservación, uso y disfrute, estará a las resultas de la honestidad, el patriotismo; de la sabia administración de funcionarios; de hacedores y ejecutores de  leyes y reglamentos.
Pero las reformas son mucho más que fórmulas a fin de engendrar un México nuevo, de la noche a la mañana, por medios taumatúrgicos. Requieren de la  pronta y previsora reglamentación.
Como en la Gran Generación encabezada por el Presidente Juárez será imprescindible aunar espíritus lúcidos, leales a toda prueba, incorruptibles. Hombres de la talla de Guillermo Prieto, Miguel Negrete, Lerdo de Tejada. Varones versados en el arte de gobernar, expertos responsables de  su encomienda.
Y así como tras la Revolución, planificadores y ejecutores de los supremos mandatos bajo el mando de Plutarco Elías Calles emergieron consejeros con la estatura de Antonio Caso, y José Vasconcelos, ejemplares maestros propagadores de ideas y de la palabra escrita; como en Educación, más tarde, dejarían imperecedera huella talentos creadores de la talla de un Jaime Torres Bodet y en Política de un Jesús Reyes Heroles (senior). Así, es de esperar. ¡Ahora, o nunca!
A propósito, cabe recordar lo que Popper escribió en “La sociedad abierta y sus enemigos”: “El establecimiento de instituciones no sólo involucra importantes decisiones personales, sino que hasta el funcionamiento de las mejores instituciones, como las destinadas al control y equilibrio democráticos, habrá de depender siempre en grado considerable de las personas involucradas por las mismas”. Las instituciones, precisó, son como las naves, deben hallarse bien ideadas y tripuladas”.

En resumen, a partir de ya, se requiere de ingenieros sociales con vocación de planificadores y proyectistas, políticos y profesionistas, técnicos y expertos dispuestos a reconstruir el rostro de México, del México de este siglo urgido de soberanía y defensor a ultranza del supremo principio de No Intervención.