Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 11 de noviembre de 2013

VIEJO Y NUEVO FEDERALISMO: LA REFORMA MUNICIPAL



De abajo hacia arriba, de los cimientos a la cúspide, la reforma del Estado tiene como punto de partida la modernización del municipio. La seguridad pública, por ejemplo, comienza, debiera p hacerlo por el principio. Sus  inicios se ubican en la aldea y en los poblados, incluyendo los más remotos y apartados, hasta culminar en la ciudad como  sede del organismo social.
Interrogado uno de los grandes sofistas de Grecia clásica, Gorgias, acerca de la armonía en el buen gobierno, dio a entender que tenía que ver en primer término antes de ejercerse en la “polis”, en la ciudad-Estado, con la administración de los asuntos en el hogar, dando a entender que en términos de sana convivencia, ésta se origina en el núcleo familiar, base de toda organización política y social.
Asimismo, una ciudad limpia y justamente gobernable, es garantía de seguridad pública, solía decir en los inicios de esta década el mandatario norteño Patricio Martínez García, poco antes de que la ciudad-capital, su ciudad natal, Chihuahua, sede de los poderes locales, fuese declarada la urbe más segura del Continente. Y también poco antes de que los cárteles de la droga convirtieran a la entidad en campo para dirimir sus nefastos intereses.
Viene a la memoria lo anterior con motivo de la reforma en marcha por parte de los poderes federales Ejecutivo y Legislativo y a propósito de la reforma hacendaria, a cuyo impulso se emiten voces cada vez más elocuentes y persuasivas sobre la urgencia de actualizar la relación entre Municipio, Estados y Federación. 
Acerca de este particular, un notable munícipe entre los que afrontan desigual lucha contra la violencia organizada y padecen drástica limitación de recursos para hacerle frente organizadamente y con eficacia, hace valer las atribuciones que le corresponden en materia presupuestal: formaliza un importante crédito con la banca empresarial, dispone su inmediata ubicación en áreas de seguridad, en imagen urbana y servicios públicos, así como en el rubro de inversión en obras citadinas y disposición de  recursos en el área rural, en delegaciones y comisarías de su jurisdicción bajo condiciones de marginación.
Nos referimos el alcalde de Cajeme, Rogelio Díaz Brown, quien en el ejercicio de sus funciones políticas y administrativas, atrajo los reflectores de la crítica valorativa, tras la adjudicación del premio al municipalismo. Pero ante todo, a la fecha es objeto de reconocimiento y aprobación por sus gestiones directivas y desempeño oficial frente a la ola de irregularidades por la construcción del Acueducto de la discordia, así bautizado por los sonorenses del sur de la Entidad y por comentaristas fuera de la demarcación.Igualmente, integérrimo de cara a la criminalidad desbordada.
Díaz Brown representa, hoy en día, la figura del munícipe reformador desde dentro, con arreglo a las facultades que le permite la legislación vigente en su calidad de responsable del gobierno local. Sin llegar a los extremos de una disidencia y enfrentamiento al margen de la legalidad,al contrario, con fundamento en las leyes y es solidario a luz de Estado de Derecho municipal, estatal y federal, a fin de cumplir y hacer cumplir el orden jurídico que da al municipio Cajeme prestigio y dignidad. Y a la ciudad cabecera, Ciudad Obregón, primacía entre las urbes modernas en el ámbito nacional e internacional.
La reforma del Estado irá hacia nuevos rumbos en la medida en que el federalismo haga vivir y revivir las palabras de la Ley; en la proporción de que surjan, resurjan y se multipliquen líderes locales, estatales y nacionales a la medida de las urgencias que apremian.

Del Norte provino, no habría que olvidarlo, nuestra Gran Revolución en materia de buenas y previsoras leyes.