Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







viernes, 21 de junio de 2013

EL POLÍGRAFO DEL 7 DE JULIO, ¿QIUÉN MIENTE MÁS?



Se acerca la hora de la verdad para el PRI y para el PAN, sin descontar por supuesto al sigiloso Partido de la Revolución Democrática. El día de la verdad está a la vuelta. El venidero 7 de julio, el polígrafo, detector de verdades, a manera de gigantesco crisol, y como si fuese la misma Esfinge hablará a través de dígitos. Para votantes y espectadores serán enigmas a descifrar, señales o expresiones como las que gustaba enunciar al viejo Heráclito ante el solaz y regocijo de sus contemporáneos.
Cierto: ni el flamante PRI remozado por dentro y por fuera al decir de sus líderes y militantes, y tampoco el recién destronado PAN lo tienen todo consigo. Estos comicios intermedios serán algo así como un termómetro para medir anticipadamente y hacer mesurados vaticinios sobre los triunfos futuros de las máquinas barredoras en busca de triturar a su inmediato enemigo.
Con ese efecto, sus estrategas, asesores,  promotores y publicistas de oficio hacen hasta más no poder a fin de persuadir a los millones de escépticos votantes acerca de la bondad de sus propuestas, la transparencia de su oferta política y la verdad de sus promesas y compromisos.
Será el polígrafo popular el que exprese la última palabra, la Vox Populi a través de la cual se externa su opinión y determinación sobre el desempeño de la clase política en denodada lucha y búsqueda de más, y cada vez más poder.
El panorama es incierto, por no decir sombrío, desconcertante y hasta deplorable por los sucesos que se abaten sobre las organizaciones partidistas y en cuyo seno se debaten sus huestes. En el PAN, el derrumbe toma visos de pleito de vecindad a falta de una previsora y convincente agenda electoral o plataforma ideológica. Hacia dentro, el harakiri, hacia afuera un mísero portal doctrinario, ayuno de ofrecimientos y perspectivas persuasivos de renovación social y política.
El PRI, en vías de recuperación, padece, sin deberla ni temerla, los efectos de ineficacias ajenas. Sobre su aún endeble estructura gravita fuerte la campaña de improperios contra sus dirigentes, líderes parlamentarios y también por causa de la conducta de más de un mandatario local. El partido del legalismo, de la modernidad y del progreso institucional arrostra el peso del desprestigio por un pasado reciente de confabulación y complicidad con los abanderados de la reacción en el país.
Entretanto, asoma su rostro el PRD, en vías de recuperación tras su derrota del 2012. Se apodera de la causa de los tabasqueños, abandera a los guerrerenses azotados por la impunidad oficial y ataca la corrupción galopante en Coahuila y Veracruz. En fin, ventila a todos los vientos lo que sucede en el desventurado Estado de Sonora, por obra y desgracia del panista Guillermo Padrés. Por cierto, corre en voz de los sonorenses el dicho de que mejor les iría, si su mandatario, al igual que don Porfirio Díaz hace un siglo, hiciera vela en otro “Ipiranga” y convirtiera en refugio político Francia; en exilio, la ciudad de París.
Precisamente ahí, en Sonora, actúa el PRD como si fuese ya triunfador en el Distrito XVII, donde el PRI  sufre la sacudida del “quítate tú que me pongo yo”. Allá, Jesús Zambrano, su líder nacional, se lleva las palmas entre simpatizantes a juzgar por su rotundo apoyo a la causa de la Tribu Yaqui y a los acosados productores de la región del sur de la entidad.

Con lenguaje de Gaetano Mosca, autor de “La Clase Política”  (FCE, 1984, 350 p.), los próximos comicios serán una gran posibilidad para medir, con el polígrafo popular en la mano, la suerte de la democracia mexicana, el desempeño de los grupos de poder, a fin de rectificar rumbos, corregir entuertos, precisar metas y destinos. Todo ello, a partir del 7 de julio venidero.