Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







jueves, 10 de mayo de 2012

EL DEBATE O LA DEMOCRACIA DE PANTALONES CORTOS









Por Federico Osorio Altúzar


El llamado debate entre los candidatos a la Presidencia de la República quedó, al final de cuentas, como un ejercicio de la demagogia en boga, más que la puesta en escena de una confrontación de tesis o propuestas ideológicas entre los anunciados protagonistas. Si de alguna forma pudiera caracterizarse la representación, mal organizada y peor llevada al medio electrónico, esta sería denominando dicha función como una tediosa sucesión de dimes y diretes del que salió únicamente y de manera excelente librado Gabriel Quadri de la Torre. Al Instituto Federal Electoral (IFE) habría que acreditarle la autoría de la comedia que, para no pocos, se resolvió en una verdadera farsa con el aviesa finalidad de ocultar que en México naufraga el ideal de una democracia en auge, eficaz y próspera. Sigue siendo, en el fondo, una ilusión y una mentira propagandística más. Hubiese estado bien, a nuestro modo de ver, que el IFE instruyera a los contendientes, en forma aleatoria y con carácter introductorio, acerca de lo que es un debate, lo que significa una confrontación o una controversia con objetivos de enterar, persuadir o convencer al auditorio televidente. A los actores, quizá les hubiese sido de gran utilidad el haber tomado nota previamente de que el objetivo de la representación televisada no era el zaherir por zaherir, el agredir por agredir y el ofender por ofender, utilizando el recurso de la argumentación “ad hominem”, en lugar de propiciar la polémica civilizada y racional de oponer los conceptos o las ideas, las propuestas o los proyectos (como ahí dijeron) Sin embargo, las dos terceras partes de la función se fueron al poner en escena los ayeres personales y en hacer la reseña de entuertos imputables al contrincante en cuestión, sucesos por lo demás del dominio colectivo. Tal vez una brevísima lectura acerca de los discursos dobles (dissoi logoi) según la versión de sofistas ilustres como Protágoras o Gorgias, hubiera sido de gran provecho para doña Josefina como también para don Andrés Manuel, lo mismo para el joven y relumbrante Enrique. Está al alcance, con ese efecto, la edición de José Solana Dueso “Protágoras de Abdera”, cuya introducción esclarece el alcance y la eficacia de las tesis antagónicas para la convivencia social y el progreso del conocimiento. Pero a los políticos, es cierto, los tiene sin cuidado el tomar en cuenta o el aplicar los criterios relativistas del “sí” y el “no”, el formato de la pregunta y la respuesta, la admisión de que la verdad no es herencia absoluta de unos en detrimento de la pertenencia de los demás. El viejo Sócrates es, para ellos, enigma indescifrable. A Quadri, ciertamente, esto le serviría sólo para fortalecer su circunspecta y sabia intervención, habida cuenta de su incuestionable forma de exponer y poner a discusión los puntos de vista acerca del cambio democrático, de la instauración de rumbos institucionales a fin de hacer funcionar los principios republicanos, dar realidad social al federalismo convertido en rancio centralismo en esta primera década de nuestro siglo, del flamante siglo XXI. No hubiese estado mal que, asimismo, se hubiese dado a leer al segundo coloso de los medios electrónicos, a Salinas Pliego, algunos textos como el de Michel Foucault (“Discurso y verdad en la antigua Grecia”) en los que el concepto de “parresía”, remite a la clásica admonición para fomentar la libertad de palabra, el dejar hablar libremente para que cada quien asuma su propia decisión. Obstruir, arguyendo paradójicamente la garantía de la libertad de actuación, ubica al empresario de Canal Azteca entre los opositores manifiestos de la convivencia y la participación sin paternalismos y manipulaciones por parte de conciliábulos familiares y de grupos amafiados alrededor del poder político y económico.