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Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







jueves, 10 de mayo de 2012

Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?



(A Emma Clark Demoss) Sin duda, 10 de mayo es el más bello día del año. El huérfano siente estremecer su corazón al impulso del recuerdo. Añora los días felices de la infancia y se consuela bajo el abrigo de la soledad, desde la cual recuerda la caricia maternal y el hálito de la palabra expresada con el acento más puro del amor. Hace de los vacíos del olvido, una vívida representación con rebosante muestra de gratitud. Afortunado es quien tiene con vida a la autora de sus días. Si hace de la devoción filial un himno cotidiano pleno de afectividad, traducido en acciones bellas y virtuosas, mayor es su personal e íntima felicidad. Puede verla, sentirla y admirarla, con el poema epidíctico, sublime en su cálida exaltación, del capítulo de los Proverbios que encomia a la mujer virtuosa con lenguaje inigualable en su forma y honda sensibilidad. En efecto, es tesoro invaluable y de única valía, la mujer virtuosa, la madre abnegada y fiel en la más noble y generosa misión de velar por el bienestar del fruto de sí misma; es astro luminoso aquel ser humano por excelencia, que “alarga su mano al pobre y extiende sus manos al menesteroso”, que “no tiene temor de la nieve por su familia, porque toda su familia está vestida de ropas dobles”. “Fuerza y amor -prosiguen los Proverbios- son su vestidura”; de sus labios destila sabiduría, “y la ley de clemencia está en su lengua”. “Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; y su marido también la alaba. Muchas mujeres hicieron el bien, más tú sobrepasas a todas”. Su lámpara, es lámpara votiva, pues no se apaga de noche. Con disimulado orgullo cuida y asiste en los primeros pasos al indefenso ser que se desprende de su regazo para ocupar un lugar en el entorno social que irá haciéndose por sí mismo y con la solicitud y vigilante comprensión suya. Hace valer su discreción y prudencia en los difíciles instantes de la separación y explicable alejamiento, al igual que la pequeña paloma que se dispone y se considera capaz para hendir los aires con sus frágiles alas. A la mujer virtuosa, a la madre leal en el cumplimiento de la más ardua vocación humana, al ser que se festeja en el más jubiloso y radiante día, en su día, “Dadle del fruto de sus manos. Y alábenla en las puertas sus hechos”.