Por
Federico Osorio Altúzar
Con ánimo y disposición
más que religioso, las campañas políticas por el poder han dado inicio,
haciendo profesión pública de un fervor secular pocas veces visto. Atrás quedó
la visita del Papa Benedicto XVI con todo y sus motivaciones espirituales, y se
mitiga ya la conmoción de conciencias, incluso de los abanderados partidistas
que pospusieron, acaso no del todo, sus proclividades hacia el Estado laico a
fin de persuadir a los electores sobre sus convicciones en pro de la fe
mayoritaria en el país.
A tres meses de la
renovación de los poderes Ejecutivo y Legislativo en el ámbito federal, crece
la esperanza en un efectivo renacimiento de la democracia en México. Como en
política no hay milagros y nada ocurre por azar, más vale que a los ciudadanos
en nombre de quienes se supone van competir por el voto popular, enseñen sus
cartas y las pongan frente a ellos en el tapete de los debates. Y ventilen en
los foros y plazas públicas, sus propuestas y compromisos.
Por un poder Legislativo
diligente se pronuncia la ciudadanía. Por un poder diligente y eficaz, promotor de iniciativas y hacedor
de dictámenes de leyes sabias y previsoras, se inclinarían los electores, por
cierto cansados ya de la ineficacia, parsimonia y complicidades en los
congresos estatales, con la opulencia de grupos poderosos económica y
políticamente. Por un poder que promueva
leyes para el empleo, para abatir condiciones de pobreza particularmente entre
los marginados de siempre: los indígenas y los sectores abandonados a la
ignorancia y la carencia de atención médica y habitación digna.
En estados del norte,
azotados por la naturaleza (Sonora, Chihuahua, Durango), y en todos aquellos
enclaves del centro, sur y sureste del país, Guerrero, Veracruz y Oaxaca a la
cabeza, flagelados por el abuso del poder público en turno, es decir, a través
de la política depredadora de los pocos bienes de los pobres y exterminadora de
los desposeídos; además, socavados por la sequía y también a causa de programas
plagados por la demagogia improductiva,
populista y populachera.
Por ejemplo, en el sur
de Sonora, el candidato priista a representar en San Lázaro a los pobladores
del sexto distrito, asegura voz y presencia
a los desempleados y desamparados en mínimos de bienestar (educación, vivienda
y alimentación). Faustino Félix Chávez propone en su plataforma electoral a los
adherentes, que tendrán, así, la ocasión de refrendar su aprobación al diputado
local en julio próximo, pues ofrece y se compromete a seguir defendiendo, con
arreglo a derecho, y de acuerdo con el requerimiento razonable, debido y
legítimo, de los productores del Valle del Yaqui, los derechos del agua y sus
beneficios. Junto a ello, cabría esperar su apoyo a la apertura de créditos a
los más necesitados, ejidatarios y comuneros de la región.
En el ámbito nacional,
Félix Chávez hará, asegura, la apología del poder democrático, a cuyo efecto
propondrá en la Cámara federal que se eliminen las diputaciones plurinominales,
vía por donde se cuela toda clase de elementos, verdaderos parásitos, que luego
desprestigian y obstruyen la función legislativa. Igualmente, limpiar
escenarios de la representación del lastre de la reelección legislativa, que,
en conjunto, son trabas para la reforma del Poder y en consecuencia para la
ampliación y fortalecimiento de nuestra titubeante y endeble democracia.
La reforma del poder,
implica, así pues, la reconversión de la función legislativa, en la medida que
un Legislativo débil y zigzagueante como el actual abre las puertas a la
instauración de un Ejecutivo ineficaz, pero dictatorial sin embargo, como el
que hoy ocupa Los Pinos, obsecuente con el
poder del Imperio que todo pretende dominarlo por los medios que sean,
como lo estamos viendo.