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Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







miércoles, 28 de julio de 2010

PAN, EL MODERNO SÍSIFO: CREA Y DESTRUYE NSTITUCIONES


Por: Federico Osorio Altúzar
De Grecia clásica, el mito de Prometeo adquiere palpitante vivacidad haciéndonos recordar el fatigoso castigo impuesto a Sísifo de subir y bajar día tras día el pesado fardo, sin otro motivo evidente que el de pagar el costo de la penalidad.


El filósofo de la modernidad, Kant, sostuvo que su tarea, indudablemente colosal tarea, consistía (consiste todavía), por una parte, en hacer la “pars construens” y, por otra, la “pars destruens”, significando con ello el doble trabajo de edificar y remover escombros, eliminando lo inútil y estorboso. Cumplir, asimismo, el más elevado y difícil de los propósitos humanos, instaurando por vez primera lo novedoso. Es decir, lo originario y original.

Crear es, de ese modo, sinónimo de innovación. Con arreglo a la función inventiva, adviene lo que hasta entonces no existía, lo que no era aún. El “Hágase la luz y fue la luz” adquiere, a través del proceso creador, el valor de un imperativo o divisa de la voluntad regida por la inteligencia instauradora, inventora de mundos de conocimiento en los distintos horizontes de la cultura. Así, el hombre histórico construye y edifica. A contrapelo, Sísifo repite aquel incesante ir y venir, infructuoso, desgastante y autodestructivo. La “docta ignorancia”, invocando a Nicolás de Cusa, corre a cargo del recurso que establece respuestas todavía no conocidas.

Pero destruir sin innovar, echar abajo derruyendo lo fatigosamente creado se vuelve una labor de iconoclastas que combaten sólo por combatir y arremeten contra molinos de viento, atacando fantasmas donde no los hay. Por tanto, vuelven enemigo público todo aquello que incomoda y molesta a sus motivaciones y enfermizos egoísmos. El moderno Sísifo, que al parecer “carga la carga y no la siente” considera, a su modo, que si se quita lo que obstruye sus objetivos personales logrará lo que pretende: lo justo, debido y conducente.

Nuevo Sísifo es el Partido Acción Nacional, el PAN, que dio continuidad al sueño de Vicente Fox, el “Presidente lúdico”, producto él del concesionismo inaugurado en Chihuahua por Salinas de Gortari y llevado a su fatal consecuencia por Ernesto Zedillo, dejándonos en la condición deplorable que padecemos hoy. Arremete, sin importarle lo falaz y deleznable de su actitud, contra una institución, el IFE, penosamente construida, vulnerable como toda ideación del hombre, nacida entre los pañales de un autoritarismo que necesitaba donde sostenerse para subsistir.

Huérfano de talento para gobernar, el PAN, sin un Gómez Morín similar al Reyes Heroles (senior), del PRI, que esclarezca y rectifique su rumbo, tiene la ocurrencia de que se desplazaría con libertad, sin impedimento alguno, sin estorbos, en el caso de que el IFE, invención tortuosa convertida en control de los procesos electorales en el país, incumpliera sus atribuciones, le dejara hacer, dejar pasar. Es decir, que no tocara ni con el pétalo de una rosa a su máxima figura en el poder, a su majestad en el trono, a Felipe Calderón, añadiendo al daño la ofensa en contra de los ciudadanos y desdoro a la investidura que ostenta el Ejecutivo federal.

Cava su tumba el PAN, embozado en el mítico ropaje de Sísifo. Sube y baja con el ingente fardo de su terquedad iconoclasta. Va y viene por la fragorosa pendiente, sin hacer camino al andar: sin dejar huella histórica, heredando resabios, odios y venganzas inútiles entre sus confabulados y aturdidos dirigentes, incapaces de convertir en liderazgo el poder que día a día se les escapa de las manos. Sin pena ni gloria.