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Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 2 de agosto de 2010

XENOFOBIA Y RACISMO: FLAGELOS CONTRA LOS INMIGRANTES


Por Federico Osorio Altúzar




Pasan los inmigrantes el mayor acoso de su historia. Francia Israel y Estados Unidos arremeten contra ellos instigados por xenófobos y racistas, como no se veía desde que los judíos fueron víctimas de la insania nazi. Otro holocausto se cierne sobre los parias expulsados de sus lugares de origen, a causa de la necesidad de sobrevivir.

No hay poder sobre la tierra que detenga a los gobiernos tiránicos que acosan, golpean y flagelan a cientos de miles de extranjeros declarados no gratos después de años de esclavitud disfrazada, convertidos en mercenarios en sus guerras y conflictos, reserva en las filas de la peor ignominia conocida.

Hispanos, palestinos y africanos forman parte de la moderna diáspora, deportados entre amenazas, humillaciones sin fin y abuso de toda clase. Los Derechos Humanos no existen para ellos, como no valieron los principios de igualdad, justicia y equidad para los judíos de Europa, perseguidos por los regímenes genocidas.

Al igual que en otras situaciones los depredadores, aves de carroña, acechan para hacerse de los bienes de los acosados, inclusive de los pequeños desamparados de la tutela de sus padres, arrancados de sus hogares, sin que comunidad internacional haga algo a fin de protegerlos de la furia discriminatoria.

Se cruza de brazos la justicia internacional y se declaran incapaces e impotentes los gobiernos coludidos en la gestación solapada del moderno holocausto contra los inmigrantes. No hay un Lincoln, un Luther King o un Kennedy que salga al frente para decir voz en cuello la crueldad con la que se actúa, el modo brutal con que se trata a los infelices indocumentados, como si fuesen parias bajo el fatal designio de un brote endémico que se cierne sobre este sector inerme de la Humanidad.

Pagan, por otro lado, su cuota de vergüenza, de indignidad, si es que la hay, los gobiernos expulsores de inmigrantes, corresponsables de la diáspora de sus connacionales. Promotores de uno de los más viles negocios con seres humanos, inmersos en la corrupción, el latrocinio del erario público, desempleadores sistemáticos, depredadores de las riquezas del suelo y del subsuelo patrio, vieron en los trabajadores errantes, la mayoría parias aquí y allá, el productivo pero nefando negocio (por llamarlo así), similar al que patrocina la mafia internacional de narcotraficantes.

Cuantiosas ganancias mal habidas hacen los promotores con el trabajo de los indocumentados, mediante tratos subrepticios con los explotadores extranjeros, en un verdadero tráfico de la dignidad y de las vidas de sus víctimas. Obsequiosos con los saqueadores tradicionales, cómplices de éstos, hacen criminal trueque: entregan los haberes de los países subdesarrollados (minas y cuencas petroleras) a cambio de ofertas laborales para los pauperizados, los inermes trabajadores sin trabajo, los jornaleros sin paga de jornal y los desposeídos campesinos sin tierra, despojados por los cárteles del latifundismo con la venia del entonces presidente neoliberal Carlos Salinas de Gortari.

Vigente la mutilada Ley Arizona, se inicia la deportación desde territorio estadounidense volcándose hasta la vieja Europa y al convulsivo Medio Oriente, ¡quién lo dijera!, desde Israel, reducto ahora del neocolonialismo heredado por los Nixon y los Bush. Arma política en manos de los republicanos contra el presidente Obama, la ley xenofóbica abate las esperanzas que abriga la figura emblemática del Presidente de los Estados Unidos. Echa por tierra, en la persona de millones de inmigrantes, los sueños de la sociedad abierta, universal, justa y equitativa incubados otrora en suelo de la Unión Americana, con Lincoln, Luther King y los patriotas humanistas, John F. Kennedy al frente.