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Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







martes, 13 de julio de 2010

TRAS LOS COMICIOS: HUMILDAD Y GRANDEZA EN LA VICTORIA

Por: Federico Osorio Altúzar

De inmadurez puede calificarse la reacción de no pocos políticos que ayer, eufóricos, apostaban en favor de su triunfo y hoy, después de la derrota, echan la culpa a las organizaciones partidistas que los promovieron sin faltar, por cierto, quienes, llevados por la frustración, arrojan piedras contra las alianzas, señalándolas como responsables.


Atribuyen algunos su fracaso electoral al terror y al fantasmagórico EPR. Pero no faltan aquellos que tildan de timoratos a los que no asistieron a las urnas comiciales, tachándolos de agentes de su derrota, como si supieran que los abstinentes, en caso de haber votado, habrían sufragado por ellos.

Lo anterior indica que nuestra democracia es aún de pantalones cortos; peca de inmadurez. Acusa aquí y allá minoría de edad, a juzgar por la retórica propia del último tercio del siglo anterior, sin sustento alguno. Democracia de los pobres, por los pobres y para los pobres. Es decir, contradictoria en sus propios términos: clasista, de estamentos, incomunicable; de compartimentos estancos, inoperante por lo mismo.

A los triunfadores queda la convicción de haber sido elegidos como los mejores. Pero en política los mejores no están hechos de antemano; de una vez por todas. No son modelo como si fuesen espejos en los que habrían de ver reflejada su voluntad los ciudadanos. Los mejores se hacen a imagen y semejanza de la sociedad, convirtiéndose en ojos para ver la realidad social de donde emergió su triunfo; oídos para escuchar quejas y reclamos de la población; tacto para sentir las pulsaciones de la sociedad en su conjunto; en fin, inteligencia y voluntad para dar a la planeación un sentido democrático y a los programas una proyección fundada en el compromiso ético-jurídico.

Sin embargo, por encima de la contienda electoral, los candidatos electos tienen ante sí retos que van de la inseguridad pública a la reactivación económica, de la seguridad jurídica a la política del bienestar; de los derechos humanos a la equidad y la igualdad; de la estrategia asistencialista a la inversión productiva; en fin, de la centralización política y presupuestaria a la descentralización de los recursos y las facultades suplantadas por el régimen central.

El México bronco vuelve a dejar oír su voz desde las sierras, cañadas y barrancas de la escarpada geografía de la pobreza, el desempleo y la comunicación. Hay regiones en donde no llegan aún servicios sanitarios, educativos, de alumbrado; tratamiento de aguas residuales, caminos transitables. Y en donde el abandono es pretexto para que los traficantes de droga suplanten a los honestos campesinos y el cultivo de enervantes sustituya la producción y la productividad agropecuaria.

Municipios como el de Moris, Chihuahua (para muestra un botón) en la Tarahumara son testigo del violento contraste que se agudiza, día tras día, en las escondidas sierras y montañas de este México bárbaro y en cuyo escenario bien pueden ilustrarse los extremos inauditos entre el subdesarrollo y la industrialización, entre la cultura del bienestar y la marginación, entre la prosperidad y la miseria.

Munícipes electos como Martín Pérez Campos (a título de ejemplo) en aquel enclave que hace recordar “Temochic”, el conmovedor relato de Heriberto Frías, tendrá que actualizar sus compromisos de campaña a la luz de una realidad social que rebasa los ofrecimientos, ante la urgencia de fortalecer, con hechos en vez de palabras, el papel histórico del municipalismo en los órdenes de la inversión para la seguridad y el desarrollo, el turismo productivo y la educación tecnológica para el empleo. Tarahumaras, huarojíos, tepehuanos y pimas padecen el estigma de la discriminación en todo sentido. No habrá que ir hasta Arizona para comprobarlo.