Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 22 de octubre de 2018

ENTRE MUROS Y FRONTERAS: LA CARAVANA ITINERANTE

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No estalló el volcán de la caravana itinerante como el Vesubio sobre Pompeya. Persisten y siguen en pie de lucha países como El Salvador, Guatemala, y otros de Centroamérica.
Se ha diezmado la caravana, pero eso no indica en modo alguno  que muchos de sus integrantes hayan resuelto mantener las demandas: alimentos, medicinas, educación y condiciones mínimas de bienestar.
Dejando a un lado las conjeturas, cualquier hipótesis acerca de los orígenes que dieron lugar a la protesta colectiva contra los gobiernos aludidos, los hechos son testimonio fehaciente de la cólera aunada a la desesperación de estos miles y miles de seres humanos que están dispuestos a morir antes que continuar bajo las garras del terror, el hambre, la violencia y la agonía.
El llamado sueño americano continúa siendo así el señuelo que mitiga efectos lesivos en lo moral y lo material. El despertar de aquel sueño se convierte, entonces, en despiadada pesadilla: horrenda realidad que hace estremecer a los padres de familia y perecer irremisiblemente a los hijos, a las esposas y a los descendientes, sin alcanzar nada a cambio.
Dejan de tener sentido práctico los llamados Derechos Humanos frente a frente de una experiencia ineluctable en la que se mezclan injusticias de toda índole, autoritarismo despiadado y desamparo por parte de tiranuelos y malnacidos usurpadores del poder.
¿Derechos “Humanos”, cuando ha dejado de tener validez la justicia jurídica, la dignidad en el trato y la equidad en las relaciones sociales?
¿”Derechos Humanos”, cuando el envilecimiento ha sustituido al ideal de progreso y esperanza de abandonar la miseria para lograr un mundo mejor?
La caravana itinerante deja al desnudo a líderes usurpadores y ávidos de poder económico y político; también a mandatarios investidos con el voto negociado de naciones otrora merecedora de admiración y respeto.
Nuestro país ha sido víctima, igualmente, en esta erupción sin precedentes. Víctima, pero no agresor, mucho menos provocador con el objeto de obtener beneficios insanos.
Entre promesas y amenazas, la caravana prosigue su destino. Sigue en pos del sueño americano sin temor a toparse con la dura realidad. ¿Hasta dónde llegará ésta que no pocos podrían llamar la caravana de la muerte?
Entre los axiomas que nos legaron los Siete Sabios de la Grecia Antigua figura uno que nos viene a la mente: Promesa, dice, es causa de ruina.
Prometer, decimos, no empobrece. Pero cumplir es lo que aniquila… 
Trump, el presidente estadunidense lleva agua a su molino, o pretende hacerlo, con la insidiosa promesa de hacer valer la soberanía de su imperio. Los republicanos, fieles a su mandatario, harán lo propio a la hora de renovar el Congreso y convalidar su adhesión al  jefe del Ejecutivo.   
Todo puede pasar. Por ejemplo, que los republicanos del Norte den la espalda a su mandatario en apuros. Que a partir del próximo diciembre el líder en la Presidencia de México resuelva poner bajo entredicho la soberanía y deje crecer el número de caravanas itinerantes.
Un respiro es la mención a que la ayuda a los países que naufragan en la miseria hará posible la contención a la migración sin esperanzas. Hacer producir la tierra con apoyo de la tecnología moderna, dejar de oprimir a los indefensos con el uso y el abuso de las extractoras de metales y del oro negro, como si nada. Promover el comercio de alimentos en beneficio de los productores de origen. En suma, respetar la soberanía nacional de los pueblos urgidos de  bonanza y bienestar.
De este modo, el sueño americano podría convertirse en descanso natural, legítimo; sin necesidad a verse orillado al crimen, el narcotráfico y a la violencia.