Una
vez terminada la etapa electoral y haberse publicitado el triunfo de Manuel
López Obrador, candidato presidencial por MORENA, se impone efectuar el
recuento de los memorables comicios.
Lo
primero que se ocurre es preguntar por la feroz amenaza en caso de que no se
produjera el triunfo de quien ya se consideraba el vencedor con suma antelación
por sí mismo y por sus adherentes.
Se
recuerda ahora cómo en los comicios de l994 estuvieron supervigilados y cómo
ante la amenaza de unas sublevación armada se fabricó el fantasma del EZLN, el
cual hizo y ha hecho su papel como corriente subterránea casi imperceptible,
pero temible como fuerza apabullante.
El
dramático y desdichado asesinato de Luis Donaldo Colosio fue y amortiguado por
la amenaza del grupo paramilitar aparentemente hecho aparición de la nada.
Esta
vez, el “tigre feroz” desapareció como ensalmo tras la victoria esperada hasta
por el INE, organismo que ha funcionado ad
hoc, haciendo lo previsto para el
logro de esta alternancia.
Bien
por el resultado pacífico, sin violencias ostensibles. Bien por el proceso de
la alternancia sin forcejeos y hechos lamentables durante y después del proceso
electoral.
Los
tiempos en que hermanos peleaban entre sí han quedado muy atrás. Hoy se impone el
diálogo político, la persuasión derivada de una retórica civilizada en vez del voluntarismo
a ultranza.
Las
cosas no están como para armar una guerrilla de guerrillas en nuestro
territorio. Fuimos y seremos capaces de no caer en la provocación agazapada, al
igual que con el cobarde asesinato del sonorense.
Hoy
más que nunca entendemos y al parecer hemos aceptado que nuestra democracia acusa a
vicios y virtudes. Éstas merecen un cultivo especial y aquéllos nuestra
completa condena y rotundo rechazo.
En
el recuento está por demás el señalar que no habrá porqué “pedirle peras al
olmo”. López Obrador es un ser humano. No está en él hacer milagros. Los
humanos no operan sucesos inesperados. En otros términos, no existe democracia
alguna en donde las resoluciones se desprendan de las nubes, de los cielos.
Un
Ejecutivo federal por mucho que se identifique con su población requiere
observar normas de conducta establecidas en la Carta Magna.
Hacer
más democrática la Nación es lo que se espera una vez asumida con todas las de
la Ley, la Presidencia de la República. Contribuir a dar fuerza y reciedumbre a
los principios es tarea de cada ciudadano.
Si
los cárteles y el crimen organizado representan, como ciertamente lo es, un
riesgo para el funcionamiento de la democracia en el país, habrá que desmantelarlo
cuanto antes. A la impunidad habrá que ponerle un alto definitivo por medio de
la legalidad.
No hay lugar, nunca lo ha habido, para
el imperio del acecho por parte de vivales y vividores de lo ajeno. Y lo ajeno
consiste en impedir el ejercicio del Estado de Derecho por parte de
funcionarios y ciudadanos.
El “tigre feroz” que ronda al norte de
nuestras fronteras habrá que ser contenido por medio de la ley, de los acuerdos
y mediante los pactos. Y por los convenios internacionales, de toda índole.
Desde dentro y por dentro, desde fuera
y por fuera, es importante no desdeñar la tesis de que la democracia no está
hecha de una vez y para siempre. Lo estamos viendo y viviendo.