Nació físicamente
Manuel Kant el Príncipe de la Ilustración el 22 de abril de 1724. Y vive y
pervive en la historia universal de la filosofía. El creador de la Teoría Pura
del Derecho, Hans Kelsen, a su vez, murió en el mes de abril, el día, 11 Ambos,
asimismo, gozan de vida con la inmortalidad histórica que le es propia.
Los dos son
creadores en sus respectivas áreas de la ciencia cultural: en filosofía y en
Derecho.
Muere el primero,
autor de la “Crítica de la Razón Pura”, pero su invención ha quedado como
testimonio de que los grandes autores no mueren del todo. Muchos de ellos
brillan con luz propia, como si hubiesen dado su más reciente lección dentro de
las aulas.
Vida y muerte,
nacimiento y fallecimiento, están reservados para la generalidad de la especie
humana: de modo semejante a las plantas y los seres irracionales, por muy
hermosos y atractivos que se quiera.
Muerte y
resurrección, sin embargo, expresan que tan sólo tienen sentido y validez en la
medida que se refieren a los innovadores, a los creadores originales. La
repetición es recurso nomotécnico, pero no pertenece al elenco de conceptos
explicativos y aún recreativos de los hallazgos novedosos. No son Origen.
Se sabe que el autor
de la Teoría Pura del Derecho acudió a Marburgo para conocer de viva voz, la de
Hermann Cohen, el significado y el alcance metódico del concepto “pureza”,
implicado en la filosofía kantiana. Queda claro esto último en su “Teoría de la
Experiencia de Kant”.
La pureza de la que
hablan las obras de ambos genios se refiere al origen metódico, a la no contaminación
del lastre de los sentidos, por ejemplo, aquél en el caso específico del
conocimiento de la experiencia.
Es fundamento
lógico, principio generador de otros conceptos en una gradación constante,
progresiva, de las teorías que configuran el saber y todo lo concerniente a la
verdad, a la justicia y a la belleza del arte.
Mueren, así, todos los hombres.
Este es una afirmación universal, global se diría hoy. Pero no todos, no absolutamente
todos, mueren de una vez y para siempre.
Mientras existan quienes
se interesen en la teoría del conocimiento, en la teoría de la justicia, Kant y
Kelsen, los autores mencionados aquí, habrán de vivir y pervivir, con la
eternidad histórica, la inmortalidad humana, que les es propia y
característica.
Fechas como las del
l4 de febrero y del 11 de abril, del 22 de abril y el 11 del mes de octubre,
aluden al término de la vida y el principio físico del advenimiento y el final
de la existencia tal y como de manera intuitiva las conocemos.
Inclusive, los términos “muerte y
resurrección” aluden a ese significado.
Pero la eternidad
humana, la inmortalidad histórica tienen que ver con el carácter creador de las
obras perdurables, inimitables, de quienes han revolucionado las ciencias
físicas y matemáticas, de las ciencias sociales y del arte.
A esa generación de
inmortales pertenecen Kant y Kelsen, entre otras genialidades que fulguran en
la historia universal.