El próximo verano, junio
de 2019, la Universidad Nacional Autónoma de México evocará los noventa años de
la Ley que la convirtió en una institución con plena vocación: a fin de
disponer de los recursos que le otorga el Estado y con un régimen de libertades
amparadas, posteriormente, por la Constitución de la República.
Se enfila, así, al
centenario de su consagración como casa de la inteligencia para el goce de la
libertad de enseñar, investigar y difundir, compartiendo intra y extramuros, los
frutos culturales que cultiva en su vasto campus.
A la pregunta de si
hay o no crisis en la Universidad Nacional habría que responder con un sí en el sentido de mutación y en cuanto
a la necesidad de llevar a un proceso para actualizar el concepto de autonomía
a la luz de los sucesos de violencia y perversión registrados en el seno de la
institución.
Acerca de la
urgencia de redefinir el concepto de autonomía, habrá que indicar que la UNAM
dejaría de ser lo que ha sido y es en este peregrinar de casi un siglo y a
partir de la refundación en septiembre de 1910.
Los tentáculos del
narcotráfico se han extendido de modo desafiante y provocador.
A la convocatoria
del rector Enrique Graue para erradicar el llamado “narcomenudeo” los cárteles
han respondido con la insolencia que les caracteriza y han prendido la mecha de
la violencia causando heridos y hasta muertos, según la prensa, en Ciudad
Universitaria.
¿La policía dentro
de los espacios de la UNAM? ¿Sí y sólo en la medida que no portaran armas? Pero, ¿cómo desempeñar entonces sus labores que se realizan no tan solo con
uniforme y disfrazados de civiles.
La Ley de l929
incluyó “considerandos” que fueron, o no, aceptados por el Poder Ejecutivo en
turno.
Sin embargo, es
factible actualizar el ordenamiento de referencia.
La autonomía no cayó
buenamente de las alturas. No nació perfecta en todos sus alcances y
motivaciones. Los límites que en ese entonces, pronto harán nueve décadas, se
impusieron con rigor y entereza no son los mismos ayer como los de ahora. Habrá
que hacer enormes esfuerzos de imaginación, ejercicios difíciles de reflexión y
ensayos progresivos para lograr que la comunidad tome parte en esta honrosa y
difícil tarea con el fin de que la UNAM
siga siendo la UNAM: la casa de las libertades académicas y el centro en
donde alumnos y maestros lleven a cabo su misión de manera íntegra e integral y
en cuyas entrañas siga latiendo la creatividad y el rigor metódico.
Las manos
ideológicas y pseudo sindicalistas han
de ser sacadas fuera de la institución. Los universitarios de bien no
necesitan báculos de izquierda ni del conservadurismo iconoclasta. Tampoco los
de la drogadicción.
Los aires que soplan
han de ser limpios de contaminación y si no, al final de cuentas, corrompe
hasta el lugar en que se mueve. Son vientos de libertad y responsabilidad. Nada
que empañe la transparencia que rodea a la UNAM debiera solaparse o bien
ocultarse.
El rector Graue ha dado los primeros pasos de
reconocimiento y su voz ha resonado en todos los ámbitos de la señera casa de
la inteligencia. Habrá que darle todo nuestro apoyo. Modesto o no.