Abre sus puertas
académicas la UNAM, con la generosidad de siempre.
Los
alumnos que pisan nuevamente el umbral de sus aulas saben muy bien que vuelven a la más antigua sede de la
inteligencia en el país. Los adolescentes y jóvenes que entran, por vez primera,
al bachillerato universitario son titulares de un privilegio irrepetible.
La Universidad, en
poco más de tres décadas, celebrará medio milenio de su fundación con el nombre
de Real y Pontificia Universidad de México.
En
el mes de diciembre, hace 150 años, se conmemorará el decreto del Presidente
Juárez con arreglo al cual habría de fundarse la benemérita Escuela
Preparatoria que
estaría bajo la
conducción del doctor Gabino Barreda.
Posteriormente,
ocuparía esa misma encomienda el chihuahuense Porfirio Parra.
Del
contexto de aquellos violentos días se desprende que una década anterior se
habían promulgado las Leyes de Reforma portadoras del mensaje que pondría
término al imperio ideológico del neocolonialismo español y fin a la educación
escolástica, dogmática y confesional, absolutista en suma, que invadía los
espacios de la enseñanza pública y privada,
En
el crucial año de 1867, la enseñanza oficial pasaría de manos clericales a manos
que la guiarían hacia una interpretación laica, liberada de prejuicios y
envuelta en mitos y leyendas de toda especie.
La
vieja y obsoleta Universidad iniciaría,
a través de la instauración de la flamante Preparatoria, los nuevos rumbos que
darían como resultado la restauración de la República y en 1910 la refundación
de la Casa de Estudios.
Azarosa
y rodeada por el acoso del sobreviviente fanatismo ha sido la trayectoria de la Preparatoria.
Refugio en tiempos de la Revolución, el asedio ha ido de la suplantación al
confinamiento de los que ha salido ufana y victoriosa: en la década de los
veinte fue ariete para abrir sus puertas, con turnos nocturnos, a los
aspirantes en apuros económicos y acoger a los del género femenino, con objetivos
de igualdad de oportunidades,.
Queriendo someterla
a la ideología de moda, echó manos del concepto de autonomía para crear la
vertiente de Iniciación Universitaria con el fin de alojar, como en un
floreciente semillero, a los adolescentes cuyos padres y tutores anhelaban que
sus hijos recibieran una educación integral, ajena a los prejuicios políticos predominantes.
A la
luz de la reforma educativa, la Escuela Nacional Preparatoria (ENP por sus
siglas), la institución juarista y barrediana es símbolo actualmente de
vanguardia en la formación e información propedéutica, de la enseñanza media y
superior en el país, bastión para impedir la intromisión de dogmas y sofismas
ya superados y barrera que impide la intolerancia, el dogmatismo y las creencias
sin fundamento.
En
reciente conferencia, la secretaria del Instituto de Investigaciones sobre la
Universidad y la Educación, Lilian Álvarez Arellano, expresó conceptos
laudatorios y explicativos acerca de los orígenes de la ENP.
Entre otros:
"La
ENP iluminó como un relámpago el territorio de México asolado por guerras
intervencionistas. Como el rayo condensó
energías lumínicas y destructoras. Símbolo de poderío republicano, su
creación pareció a la vez digna de admiración y temible".
Agregó:
“Los planteamientos de la ENP cimbraron el edificio en ruinas de la educación
nacional…”
“Una
de las fortalezas de la institución, desde entonces, ha sido el diálogo
intergeneracional…”. Más adelante: “El método científico ofrecía una ruta para
dirimir diferencias de apreciación y para establecer en las aulas hechos en vez
de opiniones, prejuicios o fantasías perniciosas…”
No
se olvida que el positivismo filosófico de Comte operó a manera de fermento
para la introducción de la moderna pedagogía y fue inspiración, en los inicios,
para alentar los contenidos didácticos del plan y los programas de estudios.