Ante
el clamor de los universitarios merecedores de esa denominación, el jefe nato
de la Casa de Estudios, Enrique Graue, ha tomado la determinación de poner
fuera de los espacios de la UNAM a los delincuentes que se han parapetado tras
el lema de la autonomía para seguir
haciendo de las suyas.
Valida,
asimismo, su palabra, y con ello las palabras de la Ley, al enfrentar el reto
de la criminalidad organizada: extender sus dominios convirtiendo, con ese
efecto, a la institución en pertenencia suya a fin de imponerse ya dentro como
si fuese “tierra de nadie”.
De
manera parecida al episodio que vivió la Universidad en tiempos del rectorado
del doctor Guillermo Soberón, cuando las fuerzas armadas entraron al campus para desalojar a los facinerosos,
esta vez la PGR está haciendo lo
conducente con el propósito de sacar a los maleantes que tratan de hacer del
territorio de la UNAM el más productivo mercado de estupefacientes, sitio de
consumo y “bunker” de impunidad.
Cuesta
arriba es el desafío que enfrentan Rectoría de la UNAM, los directores de
institutos, facultades y escuelas de la Casa de Estudios. La tolerancia ha
llegado a sus límites y los momentos, difíciles de arrostrar, siguen creciendo
en daños y peligros, día a día. El enemigo acecha y se arma de audacia en la
misma medida que la impunidad le ha protegido, soportando sus cobardes
acometidas.
La información
en “La jornada”, del pasado viernes, no
deja ya lugar a duda alguna acerca de sitios, nombres de delincuentes y fechas
dónde, cuándo y por parte de quiénes, se han efectuado los ilícitos hoy
colocados bajo la luz de la justicia.
A un
año y medio el rector Graue cumple su compromiso de dar el rango que
corresponde a la UNAM, restituyendo la legalidad en sus dominios, el régimen de
libertades dentro de sus espacios de investigación, enseñanza y difusión de la
cultura.
Alcanzado
este propósito, corresponde ahora a la comunidad de maestros, directivos
empleados administrativos y alumnos, hacer un cerco en torno al jefe nato de la
institución para preservar la integridad de su persona, con el objeto de
convalidar los derechos y obligaciones de los universitarios. Sobre todo, con
la finalidad de fortalecer el perfil que permite reconocer en la UNAM un
ejemplo a seguir, a su rector la figura tangible que le da supervivencia y a su
comunidad el carácter de paradigma y modelo, en conjunto, de ”Mater et
Magistra”.
En medio del embate institucional de nuestros días, la
decisión asumida es histórica, con el fin de poner orden en la institución. Y ocurre
en una tesitura propicia a fin de legitimar el ejercicio de las leyes, usos y
costumbres, como condición de convivencia,
respeto y de goce de la libertad para comunicarse con los demás.
De espacio
para el diálogo y la controversia científica, para la libre discusión de las
ideologías, para el intercambio de ideas, la UNAM no tiene porqué ser ámbito
propicio para la impunidad, para el comercio de drogas y el tráfico de
corrupción y de prebendas. Todo al margen del Derecho y de las normas en que se
fundamenta la autonomía,
Cabe insistir: no dejar
solo al Rector Graue y a quienes lo acompañan en esta hora insólita de la
defensa de las libertades académicas que imperan en la UNAM.