Primero,
los sofistas con Protágoras y Gorgias al frente, durante el siglo de Pericles.
Luego Bacon y a continuación los empiristas ingleses, sin olvidar a Hume,
Rousseau y Voltaire. Y en esa generación a Erasmo, así como a Leibniz y
Copérnico. A todos ellos junto con otros pensadores más hasta llegar a Kant, cuando
el hombre fue convertido en el pivote de la cultura universal.
Con
los maestros itinerantes en Grecia clásica, el sujeto de la educación y de la
historia fue lo que serían más tarde la experiencia y el sujeto de conocimiento,
estableciendo las bases del modelo según el cual enseñar no es memorizar y
repetir lo aprendido.
Si
conocer no es reproducir los objetos por medio de los sentidos o a través de la
razón, entonces la actividad de la enseñanza es mucho más que la transmisión
del saber, algo muy distinto a sembrar en la mente de los demás la semilla de
las diversas disciplinas.
El
“magister dixit” que durante siglos fue
divisa de la enseñanza y principio absoluto de la educación en todos sus
niveles, ha sido la piedra de toque para distinguir entre la escuela dogmática
y la pedagogía crítica, a fin de establecer la diferencia entre el conocimiento
a través del sentimiento, la fe y las tesis indiscutibles y el saber relativo,
abierto a las novedades y dispuesto a la réplica y a la duda metódica.
Lo
anterior está en el trasfondo de la actual reforma educativa, en la base misma
del proyecto más ambicioso y promisorio de la reconstrucción socioeconómica por
la que atravesamos. Y de la valoración “a priori” por parte de los responsables
de su formulación y puesta en práctica en cuanto a su continuidad y a los
plazos, riesgos y posibles frustraciones.
Un
cambio de mentalidad en los usos y las costumbres, así como en los métodos pedagógicos
sobre los que se erigiría el nuevo edificio educativo, son condiciones previas
con la finalidad de efectuar la convergencia con arreglo a una reforma
sustancial que vaya de lo laboral y la utilización de los recursos materiales a
la injerencia de los haberes humanos, el magisterio, con que cuenta la
dependencia autorizada para llevar a buen término la susodicha reforma.
Enseñanza,
sí, lo mismo aprendizaje. Sin embargo, el nuevo ideal educativo implica el
rechazo del conocimiento como si fuese un conjunto de verdades hechas de manera
definitiva y para siempre. Maestros sabios en su disciplina, sí, pero alumnos u
oyentes predispuestos asimismo al dialogo.
Es
decir, en el entendido de que la enseñanza-aprendizaje es un proceso vivo,
dinámico, de ida y vuelta. Un proceso en cual el profesor se convierta en voz y
todos oídos a fin de escuchar las interpelaciones, en tanto el nervio mismo de
una convivencia para hacer de los conocimientos una meta por alcanzar y no algo
ya hecho de antemano, concluso de una vez por todas.
Así,
en vez de verdades conclusas, hipótesis como el inicio de la
enseñanza-aprendizaje. En lugar de respuestas, en el sentido de conocimientos
ya establecidos, preguntas e interrogaciones a título de comienzo de una
investigación en la que la palabra es vía comunicación y en modo alguno cadena
que ata y lazo que oprime y sujeta, sin otra forma de recibir los mensajes,
De
otro modo, los alumnos dejarán de ser tan sólo mesabancos, estáticos y mudos.
Educar,
en el nuevo modelo, habrá de ser: enseñar a crear.