Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







domingo, 2 de abril de 2017

EDUCAR, ENSEÑAR A CREAR: EL MODELO EDUCATIVO

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Primero, los sofistas con Protágoras y Gorgias al frente, durante el siglo de Pericles. Luego Bacon y a continuación los empiristas ingleses, sin olvidar a Hume, Rousseau y Voltaire. Y en esa generación a Erasmo, así como a Leibniz y Copérnico. A todos ellos junto con otros pensadores más hasta llegar a Kant, cuando el hombre fue convertido en el pivote de la cultura universal.
Con los maestros itinerantes en Grecia clásica, el sujeto de la educación y de la historia fue lo que serían más tarde la experiencia y el sujeto de conocimiento, estableciendo las bases del modelo según el cual enseñar no es memorizar y repetir lo aprendido.
Si conocer no es reproducir los objetos por medio de los sentidos o a través de la razón, entonces la actividad de la enseñanza es mucho más que la transmisión del saber, algo muy distinto a sembrar en la mente de los demás la semilla de las diversas disciplinas.
El “magister dixit” que durante siglos fue  divisa de la enseñanza y principio absoluto de la educación en todos sus niveles, ha sido la piedra de toque para distinguir entre la escuela dogmática y la pedagogía crítica, a fin de establecer la diferencia entre el conocimiento a través del sentimiento, la fe y las tesis indiscutibles y el saber relativo, abierto a las novedades y dispuesto a la réplica y a la duda metódica.
Lo anterior está en el trasfondo de la actual reforma educativa, en la base misma del proyecto más ambicioso y promisorio de la reconstrucción socioeconómica por la que atravesamos. Y de la valoración “a priori” por parte de los responsables de su formulación y puesta en práctica en cuanto a su continuidad y a los plazos, riesgos y posibles frustraciones.
Un cambio de mentalidad en los usos y las costumbres, así como en los métodos pedagógicos sobre los que se erigiría el nuevo edificio educativo, son condiciones previas con la finalidad de efectuar la convergencia con arreglo a una reforma sustancial que vaya de lo laboral y la utilización de los recursos materiales a la injerencia de los haberes humanos, el magisterio, con que cuenta la dependencia autorizada para llevar a buen término la susodicha reforma.
Enseñanza, sí, lo mismo aprendizaje. Sin embargo, el nuevo ideal educativo implica el rechazo del conocimiento como si fuese un conjunto de verdades hechas de manera definitiva y para siempre. Maestros sabios en su disciplina, sí, pero alumnos u oyentes predispuestos asimismo al dialogo.
Es decir, en el entendido de que la enseñanza-aprendizaje es un proceso vivo, dinámico, de ida y vuelta. Un proceso en cual el profesor se convierta en voz y todos oídos a fin de escuchar las interpelaciones, en tanto el nervio mismo de una convivencia para hacer de los conocimientos una meta por alcanzar y no algo ya hecho de antemano, concluso de una vez por todas.
Así, en vez de verdades conclusas, hipótesis como el inicio de la enseñanza-aprendizaje. En lugar de respuestas, en el sentido de conocimientos ya establecidos, preguntas e interrogaciones a título de comienzo de una investigación en la que la palabra es vía comunicación y en modo alguno cadena que ata y lazo que oprime y sujeta, sin otra forma de recibir los mensajes,
De otro modo, los alumnos dejarán de ser tan sólo mesabancos, estáticos  y mudos.

Educar, en el nuevo modelo, habrá de ser: enseñar a crear.