Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







domingo, 18 de diciembre de 2016

G. H. RODRÍGUEZ (1910-1988): EL NEOKANTISMO EN MÉXICO

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Ilustre pionero del kantismo y el neokantismo en el país, vino a este mundo, para fortuna nuestra, el 9 de diciembre de 1910. Partió el 4 de mayo de 1988.
Vivió, por tanto, casi ocho décadas de las cuales alrededor de cinco dedicó al quehacer filosófico con el breve intervalo de su desempeño como titular de la Presidencia Municipal del H. Puerto de Veracruz.
Vivió y murió entregado a lo que fue su vocación: la filosofía.
Guillermo Héctor Rodríguez fue un pensador de tiempo completo, maestro en el cabal sentido del término: innovador, tolerante y comprensivo. A su juicio, al igual que para el filósofo de Leontini, Gorgias, nada absoluto existe; si algo absoluto existiese no podría ser conocido. Y si fuese conocido, sin embargo, no podría comunicarse a los demás.
Seguidor del príncipe del Iluminismo del siglo XVIII europeo, Kant, sostuvo la tesis en el sentido de que el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son; de las que no son en cuanto que no son.
De ese modo, del “homo mensura” de Protágoras, llegó al sujeto trascendental kantiano, convirtiendo el método del conocimiento en pregunta y respuesta con arreglo a hipótesis, dejando de lado la presunción de lo eterno, inamovible en el tiempo y el espacio.
A nuestro modesto modo de entender, su magisterio fue y seguirá siendo para nosotros sus alumnos y beneficiarios de sus enseñanzas,  el sofista mexicano del siglo XX, muy ilustre kantiano, neokantiano y kelseniano.
Con él aprendimos que en filosofía habrá que cometer parricidios, como en el caso de Platón respecto de Parménides, pues el Ser, así con mayúsculas, no existe, como lo pretenden los afamados metafísicos de todos los tiempos. Y que, de existir dicho Ser, no es dable conocerlo. Por tanto, resultaría vano intento  enseñarlo a otros, los demás,
Con el maestro Rodríguez comprendimos que conocer es crear y no reproducir. Asimismo que el tema de la volición es el de la voluntad  jurídica, según la tesis inspirada en Hans Kelsen, con base en la cual todo acto humano es un acto jurídico. Finalmente, que el sentir se traduce, consecuentemente, como sentimiento artístico fundamentado en la historia del arte y sus correspondientes técnicas.
Solía afirmar que la mejor manera de valorar a Platón era analizar su obra bajo el crisol de la  crítica al margen de su prestigio y buena fama, Lo mismo, con Hegel, Marx o Heidegger,
Para él la filosofía  es la búsqueda interminable para definir la verdad, la voluntad y el sentir humano a la luz de la historia universal.
Jamás rehuyó la controversia, la  polémica y la confrontación  de las ideas. En mesas redondas, en foros internacionales y en páginas de los diarios dejó elocuentes testimonios de su apertura y disposición al diálogo y a la discusión acerca de las aporías clásicas y del momento.
Con su maestro Antonio Caso dejó en claro el porqué era kantiano. De igual manera lo hizo con los doctores Recasén Siches, Hartman, Uranga y muchos más.
La filosofía era para él, como para Sócrates, un constante preguntar.
Hasta el último momento, su existencia no fue plácida, como en un lecho de fragantes rosas.
El desdén no le fue extraño. El silencio era intermitente gesto por parte de sus colegas, los eminentes profesores e investigadores, contemporáneos suyos.

Dispersos sus alumnos, a quienes llamaba colegas con generoso "eros pedagógico", lo evocamos cotidianamente con profunda emoción. Jamás olvidaremos sus luminosas enseñanzas que, día a día, adquieren la dimensión propia de la creatividad. Pertenecen a la “filosofía perennis”.