Ilustre
pionero del kantismo y el neokantismo en el país, vino a este mundo, para
fortuna nuestra, el 9 de diciembre de 1910. Partió el 4 de mayo de 1988.
Vivió,
por tanto, casi ocho décadas de las cuales alrededor de cinco dedicó al
quehacer filosófico con el breve intervalo de su desempeño como titular de la
Presidencia Municipal del H. Puerto de Veracruz.
Vivió
y murió entregado a lo que fue su vocación: la filosofía.
Guillermo
Héctor Rodríguez fue un pensador de tiempo completo, maestro en el cabal
sentido del término: innovador, tolerante y comprensivo. A su juicio, al igual
que para el filósofo de Leontini, Gorgias, nada absoluto existe; si algo
absoluto existiese no podría ser conocido. Y si fuese conocido, sin embargo, no
podría comunicarse a los demás.
Seguidor
del príncipe del Iluminismo del siglo XVIII europeo, Kant, sostuvo la tesis en
el sentido de que el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en
cuanto que son; de las que no son en cuanto que no son.
De
ese modo, del “homo mensura” de Protágoras, llegó al sujeto trascendental
kantiano, convirtiendo el método del conocimiento en pregunta y respuesta con
arreglo a hipótesis, dejando de lado la presunción de lo eterno, inamovible en
el tiempo y el espacio.
A
nuestro modesto modo de entender, su magisterio fue y seguirá siendo para
nosotros sus alumnos y beneficiarios de sus enseñanzas, el sofista mexicano del siglo XX, muy ilustre
kantiano, neokantiano y kelseniano.
Con
él aprendimos que en filosofía habrá que cometer parricidios, como en el caso
de Platón respecto de Parménides, pues el Ser, así con mayúsculas, no existe, como
lo pretenden los afamados metafísicos de todos los tiempos. Y que, de existir
dicho Ser, no es dable conocerlo. Por tanto, resultaría vano intento enseñarlo a otros, los demás,
Con el maestro Rodríguez comprendimos que conocer es crear y no reproducir.
Asimismo que el tema de la volición es el de la voluntad jurídica, según la tesis inspirada en Hans
Kelsen, con base en la cual todo acto humano es un acto jurídico. Finalmente,
que el sentir se traduce, consecuentemente, como sentimiento artístico
fundamentado en la historia del arte y sus correspondientes técnicas.
Solía
afirmar que la mejor manera de valorar a Platón era analizar su obra bajo el
crisol de la crítica al margen de su prestigio
y buena fama, Lo mismo, con Hegel, Marx o Heidegger,
Para él la
filosofía es la búsqueda interminable
para definir la verdad, la voluntad y el sentir humano a la luz de la historia
universal.
Jamás
rehuyó la controversia, la polémica y la
confrontación de las ideas. En mesas
redondas, en foros internacionales y en páginas de los diarios dejó elocuentes
testimonios de su apertura y disposición al diálogo y a la discusión acerca de
las aporías clásicas y del momento.
Con
su maestro Antonio Caso dejó en claro el porqué era kantiano. De igual manera
lo hizo con los doctores Recasén Siches, Hartman, Uranga y muchos más.
La filosofía era
para él, como para Sócrates, un constante preguntar.
Hasta el último
momento, su existencia no fue plácida, como en un lecho de fragantes rosas.
El
desdén no le fue extraño. El silencio era intermitente gesto por parte de sus
colegas, los eminentes profesores e investigadores, contemporáneos suyos.
Dispersos
sus alumnos, a quienes llamaba colegas con generoso "eros pedagógico", lo
evocamos cotidianamente con profunda emoción. Jamás olvidaremos sus luminosas
enseñanzas que, día a día, adquieren la dimensión propia de la creatividad.
Pertenecen a la “filosofía perennis”.