Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







domingo, 6 de noviembre de 2016

LA ELECCIÓN PRESIDENCIAL EN EU: LUCES Y SOMBRAS

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Pocas veces, acaso nunca, la elección de Presidente en el vecino país, ha causado mayores expectativas como la actual.
Bien se denomina una contienda histórica.
Será memorable por una cauda de razones. La principal de todas: el encumbramiento de la figura principal en la Casa Blanca, en tiempo de crisis.
Por ello, no sólo  en Norteamérica las tensiones han ido en gradual aumento. En todo el orbe, hay un dramático suspenso que abarca al mundo financiero, al político, al social y aun llega a toda la esfera de las relaciones internacionales.
Jamás una contienda interna había dejado entrever hasta qué punto la selección y elección de candidatos puede convertirse en asunto de incumbencia universal.
Se habla del voto latino como factor que bien podría inclinar la balanza en el resultado final.
Ciertamente, todo adquiere el acento de lo posible, de lo inesperado y por tanto impredecible.
Si bien la elección de Barack Obama fue aclamada en todas partes como un suceso insólito, el triunfo de Hillary Clinton sería motivo, igualmente, de  celebraciones jubilosas en los más escondidos rincones del planeta.
Pero, algo similar, aunque con signo negativo ocurriría, sin duda, con la victoria de Donald Trump, el indómito candidato del Partido Republicano.
La democracia imperial, si cabe el concepto, da mucho sobre lo cual opinar.
Para empezar es una democracia “sui generis”, una organización política fraguada palmo a palmo; maestra en cuanto a su desarrollo propio, ejemplar dentro de su espacio geográfico, pero considerada en varias partes ominosa y por lo mismo vituperable hacia afuera.
Se antoja compararla con el omnipotente imperio macedónico.
Belicoso, arrollador, impositivo en sus campañas bélicas de predominio sobre los pueblos del Peloponeso, pero igualmente temible en todo el orbe conocido hasta los confines de Asia, llevó no obstante los beneficios de la Ilustración helénica, su cultura médica, matemática, económica y hasta filosófica de aquel tiempo.
No se olvida que su máximo líder, Alejandro Magno fue pupilo del genial enciclopedista, autor de obras imperecederas: “Metafísica”, “Retórica”, “Poética”, “Etica a Nicómaco” y “Política”. Su autor fulgura en las historias del pensamiento universal, Aristóteles. Fue el aventajado alumno del ateniense Platón.
“Mutatis mutandi”, Estados Unidos es propagador, quiérase o no, de los frutos de un Iluminismo que brilla con luces propias en las ciencias naturales lo mismo que en el saber humanístico.
Sobre todo, en la invención de conocimientos como pocas veces había sucedido desde tiempos de Pericles, Anaxágoras, Gorgias Protágoras; Antifonte, Hipócrates, Heródoto y Tucídides. Sin olvidar, entre otros, a los creadores artísticos del Partenón: Fidias, Praxiteles y Polignoto.
Los Estados Unidos  son refundadores,  hoy por hoy, de la democracia histórica. Irradia,  contra su voluntad, destellos de su ser en la formación humana de todos los tiempos; patria de pioneros, migrantes impertérritos frente a toda clase de persecuciones y acosos: ideológicos, políticos y religiosos.
Es democracia social en el sentido de hacer partícipes a todos los ciudadanos. Gracias a Luther King, y a muchos más, por encima de raza o de etnia.  Sin dejar de reconocer sus debilidades, carencias o limitaciones, se yergue ante ojos de la sociedad mundial como antorcha que ilumina caminos de tolerancia, libertad y responsabilidad desde  su jurisdicción territorial.
En la búsqueda de los mejores para regir sus destinos desde la Presidencia de la Nación, deja mucho que desear a juzgar por el torrente de acusaciones mutuas.
Se llevó el afán de transparentar hasta lo más íntimo de la personalidad de los protagonistas, exhibiendo lacras y señalamientos en cada uno de los contendientes.
Hoy la moneda, como se dice, está en el aire. Es decir, depende del voto de la ciudadanía. En máxima medida