La voz de México
en el seno de la Asamblea General de las Naciones Unidas es, sin duda, valiosa
en lo referente a los Derechos Humanos que asisten a los migrantes de todas las
etnias, credos y posiciones ideológicas.
El
crucial debate de estos días en el supremo organismo internacional ocurre en
medio de la más violenta confrontación entre gobiernos de que haya memoria,
como no sea la que ocurrió al término de la Revolución Francesa y al final de
las dos guerras mundiales del siglo anterior.
Fueron
el genio de la Ilustración, el filósofo prusiano, Kant, y a su lado Voltaire,
el perseguido pensador francés, quienes dieron testimonio personal y formularon
la puntual defensa de los derechos universales a la tolerancia y a la
ciudadanía mundial.
El
“Tratado de la Tolerancia” es la más acabada denuncia de los abusos lesivos a
la dignidad del hombre, mientras que la “Paz Perpetua” de Kant es la más
completa doctrina de su tiempo acerca de las condiciones relativas a la
convivencia entre pueblos y gobiernos, propuesta precursora, por cierto, de Hans
Kelsen y su lúcida contribución en “Derecho y Paz”.
No
está por demás subrayar cómo de Voltaire y Kant a los “Catorce Puntos” del
Presidente Woodrow Wilson, y de ahí a la Sociedad de Naciones y a la propia ONU
el largo trecho histórico está sembrado de arbustos y bosques en donde las
nociones, los acuerdos y las reglamentaciones tendentes a salvaguardar los
derechos del hombre anidan ilusiones, esperanzas y reclamos urgentes en torno a
igualdad, libertad, y garantías irrestrictas de migración. Por tanto, de libre
y responsable circulación en el planeta.
En
el texto kantiano “Tercer artículo definitivo de la Paz Perpetua”, se enuncia
la idea en torno al derecho de ciudadanía mundial como expresión de una
“universal hospitalidad”. Dice así el filósofo: “Significa hospitalidad el
derecho de un extranjero a no recibir un trato hostil por el mero hecho de ser
llegado al territorio de otro”.
A
su vez, en los dos primeros puntos del documento proclamado por el mandatario
estadounidense, se alude sucesivamente a los convenios abiertos y a la negativa
de practicar la diplomacia secreta; asimismo, a la absoluta libertad de
navegación en la paz y en la guerra fuera de las aguas jurisdiccionales,
excepto cuando los mares quedasen cerrados por un acuerdo internacional.
Se
puede decir que la actual etapa que se vive en el ámbito internacional es portadora de sucesos adversos a la garantía
de emigrar, la cual se lleva a cabo por razones elementales de salvaguardar la
existencia.
Siria, Turquía y todo el Oriente Medio
configuran un escenario en donde el libre tránsito de las personas que huyen
despavoridas con sus familias de la muerte lo hacen tan sólo para encontrar el
fin de sus días en el fondo del mar o en las inhóspitas playas del rechazo y la
repulsión.
Es
por todo esto último que es de máxima importancia la reunión de alto nivel para
atender los Grandes Movimientos de Refugiados y Migrantes en la ONU.
México
es en los textos de la ley, en la fe pública de sus gobernantes y de su
población, un abanderado de los Derechos Humanos en donde se inscriben los
derechos de los migrantes, hoy en extremo desafío.
El
terrorismo islámico no es el único foco rojo que hace temer por la prevalencia
de la mencionada garantía.
Desde
la primera potencia mundial, el precandidato Trump hace alarde de iconoclasta
demoledor de todos los derechos que fundamentan la igualdad, la libertad y la
tolerancia.
Así,
la intervención de nuestro país en la ONU se aguarda con singular respeto.