Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







martes, 6 de septiembre de 2016

CÓNCLAVE PEÑA NIETO-TRUMP: ESTADISTAS Y POLÍTICOS

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Sigue motivando fricciones, malestar y encono entre estadounidenses y mexicanos, la visita a México del candidato del Partido Republicano.
Al paso de los días, el encuentro se exhibe como si se tratara de una verdadera calamidad; un suceso inaudito en favor de ambos protagonistas, según los más optimistas.
En el fondo, los partidarios del aspirante presidencial llevan agua a su molino, convirtiendo lo que tiene sólo un significado protocolario, un sentido  ocasional sin mayores consecuencias.
Por otra parte, los detractores del titular del Ejecutivo federal, Enrique Peña Nieto, utilizan el cónclave como si se tratara de un desliz y hasta de una grave ofensa, imperdonables por parte de los ciudadanos.
No faltan, inclusive, quienes  henchidos de fervor patriótico, estarían dispuestos a organizar movilizaciones para lavar la supuesta deshonra inferida a México y sus pobladores. Más aún: estarían dispuestos a efectuar acciones tendentes a retirarle la investidura presidencial al Mandatario.
Consideramos que no llegarán las cosas a tales extremos. No hay razón alguna para ello. Pensamos más bien que todo volverá a sus causas normales.
Es decir, que por bien de su campaña presidencial Trump no se auto engañe, creyendo que la invitación del Presidente mexicano es augurio de su victoria y signo de prematuro y absurdo reconocimiento. Asimismo, que Hillary Clinton no caiga en el error de proclamar que todo fue un artilugio para hacer caer en la trampa a Donald Trump, poniéndolo como el héroe epónimo de un día para, después, publicitarlo en toda su magra realidad.
Bien haríamos en vista del interés nuestro hacer una clara y nítida distinción entre el político y el estadista, entre el hombre de acción y el personaje que tutela los valores, principios y derechos de sus gobernados, sin otra mira que el bienestar y la convivencia de todos.
Mientras el político va en pos del poder y el ejercicio de éste en beneficio de la clase de la cual proviene, el hombre de Estado pugna por la legalidad; no por la anarquía y los objetivos particulares.
El estadista promueve y estimula acciones que fortalezcan su gobierno como un mandato de puertas abiertas, sin controles aduanales de orden obstruccionista. El político militante con miras unidimensionales, en cambio, propone planes y programas que van desde limitar  e impedir las corrientes migratorias hasta obstaculizar el flujo de técnicas, conocimientos y obras de contenido científico.
En su confrontación filosófica entre democracia y autocracia, nuestro excelso y generoso maestro, don Guillermo Héctor Rodríguez, dejó escrito hace 35 años en un revelador escrito que la democracia “tiende al cosmopolitismo, al mercado común, sin cortinas  de hierro ni de bambú”, en tanto la autocracia “sostiene el nacionalismo exclusivista e imperialista tras cortinas de de hierro colado o de bambú”.
Además, mientras la primera conducida por hombres de Estado, “es baluarte de la soberanía nacional ante las compañías transnacionales”, la segunda, la autocracia en manos de políticos
corruptos, “realiza negocios secretos y dañinos a la Nación con las transnacionales” .
No hay, así, término medio entre la antítesis cuyos extremos se refieren al dirigente que proclama el ideal de justicia absolutista excluyente, propio de comunidades totalitarias y por tanto cerradas a través de murallas inexpugnables, y el estadista que hace de la solidaridad el vínculo que une etnias y culturas del más remoto origen; que estimula el intercambio de mercancías lo mismo que la circulación de las ideas y fortalece el ideal más humano de la paz por medio del derecho y el cosmopolitismo.

La visita de Donald Trump da espacios para la reflexión. Da ocasión para repensar nuestra circunstancia y saber encontrarnos con nosotros mismos.