Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







domingo, 24 de julio de 2016

VIEJA Y NUEVA DEMOCRACIA: FUERO Y ANTICORRUPCIÓN

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Desde los tiempos de Solón, el ateniense fundador de la democracia griega hasta nuestros días, el eco de la corrupción se enlaza con la tiranía, al igual que la participación ciudadana se corresponde, en la letra y en los hechos, con el gobierno del pueblo y para el pueblo.
Favorece el monopolio del poder al predominio de la hegemonía que ejercen los poderosos y viceversa.
Entretanto la injerencia de la clase obrera y de grupos clase medieros en la administración de bienes y haberes públicos, limita a los prepotentes de origen dinástico y a los titulares de linajes ostentosos.
Malamente entendido, perversamente interpretado, el concepto de fuero ha dado pábulo a la desmesurada corrupción que abruma a la sociedad mexicana, convirtiéndola en víctima de acciones públicas que se imbrican y asocian con el crimen organizado.
“Durante algún tiempo también se denominó fuero a la inmunidad que tienen los funcionarios con responsabilidad política, para no ser sometidos a proceso penal sin la autorización de la Cámara de Diputados”, escribe José Ovalle en su prestigiada obra “Garantías constitucionales del proceso” (McGraw-Hill, 1996).
“Afortunadamente, subraya, este uso inapropiado de la palabra fuero ha sido superado”.
Pero aún hoy en día el término suscita resquemores.
El vocablo desafuero es publicitado como si fuese una coraza o blindaje que ampara a delincuentes en el poder, dándoles impunidad frente al imperio que ejerce la ley sobre los débiles que integran la clase de los no pudientes.
El flagelo de la impunidad adquiere, así pues, mucha mayor drasticidad cuando invoca al fuero en su carácter de inviolable y como protector de intocabilidad y de privilegio a toda costa.
Un revés implacable contra la corrupción en su modalidad de latrocinio y manejo ilícito de los haberes de la Nación, es el desafuero entendido como si fuese un logro inusitado de la reforma actual, proclamada en forma de antídoto frente a toda prevaricación,
Arma política, la esgrimen en ese sentido los partidos de derecha, de izquierda y del impávido centro.
De nuevo cuño, el desafuero pasa por ser la espada flamígera de Damocles.
Cabezas nimbadas por el poder efímero podrán rodar en el caso de que la  guerra a la corrupción en todas sus manifestaciones se declarara tras la individualización de la ley punitiva.
De la reciente obra de Pedro Olalla “Grecia en el Aire” (Acantilado, 2015) transcribimos: “Aquí (en Atenas) ejercían sus funciones  los seis arcontes encargados de no sólo de organizar las pruebas  de aptitud a las que habría de someterse todo aquel al que la suerte o los votos  designaran para un cargo, sino también de algo aún más trascendente: la incoación de procesos para  destituir de dichos cargos a quienes la Asamblea considerando su conducta estimara prudente apartar del poder y retirar  su confianza.”
Inclusive, añade, Olalla: “… ya fuera un simple funcionario, alguien  que promoviera una ley en beneficio propio o un general reputado en el campo de batalla”.
Vieja y nueva democracia perviven en una tarea común, interminable, haciendo palpitar antiguas instituciones en los nuevos órganos de poder.
Pero, ¿quién controlará a los contralores?, cabría interrogar con Bobbio.
Una democracia todo velámenes y ayuna de anclas puede ser todo lo que se quiera, menos una organización en la cual los ciudadanos puedan contribuir, así sea en forma indirecta, en el buen curso de las instituciones.

Sobre el particular cabe sugerir la lectura o la relectura de “El control del Poder”, libro del jurista Diego Valadés, publicado por la UNAM en 1998.