El destino de la
democracia, sus buenos éxitos y sus dramáticos fracasos, pasa por el
federalismo.
Éste, de manera similar a lo que ocurre con el
parlamentarismo, depende de su cabal ejercicio, de su práctica asidua, del
apego a los principios, controles y normatividades.
Es
decir, un Congreso, ayuno de representatividad, “de nómine” en suma, puede ser
todo lo que se quiera menos un congreso democrático, un órgano hacedor de leyes
al margen de la voluntad ciudadana
El
Pacto Federal es, ha de ser, el corazón siempre en condiciones óptimas de la
democracia jurídica y políticamente entendida. Por sus arterias fluye la sangre
que vivifica a Estados y municipios, a sus órganos que dan continuidad y reciedumbre
al organismo de la nación a que pertenecen.
En
México, el federalismo ha sido blanco de la reacción que acecha de los flancos
de la derecha extrema, así como de la izquierda delirante por contradictorio
que esto parezca.
Una y otra
corriente ideológica se proclaman como una opción (tercera vía), a fin de
implantar la ilusión del bien común.
Presa
de fuego enemigo y aun amigo, el nuevo federalismo continúa siendo la esperanza
en el corto plazo a fin de salir de la encrucijada que tiende sus lazos en toda
la extensión de la República.
De
Norte a Sur y de Oriente a Poniente la violencia auspiciada por el crimen
organizado es aliado de las conmociones que aquejan al país; se convierte en
amenaza real y latente de las instituciones públicas.
El
pretexto visible y tangible es la reforma educativa, de la cual el gobierno
federal ha dicho y sostiene, con el apoyo de los mexicanos de buena cepa, que
no se negocia como tampoco está al alcance del mejor postor: de la derecha y de
la izquierda.
En
el Estado de Sonora, en vías de recuperación tras la pasada andanada de
anarquismo y reiteradas “violaciones” del Estado de Derecho, se registran
signos alentadores en donde el nuevo federalismo deja ver un rostro optimista,
reluciente por las mejores esperanzas.
Ahí,
en el Estado norteño, el desarrollo social sienta cabeza, justo retomando el
buen camino hacia la reinstalación de la democracia participativa y en donde el
término progreso deja de ser la mesa servida para saciar intereses de grupo y
como pasto favorable para la corrupción desde las alturas del poder.
Sedessón
acaba de recibir del erario federal un poco más de 50 millones de pesos
destinados al Fondo de Aportaciones para la Infraestructura Social, en medio de
las circunstancias más difíciles que se pueda uno imaginar: deterioro en
materia de salud, educación, seguridad, caminos vecinales, etcétera, etcétera.
Como
si se tratara de un vasto terreno baldío, precario y abandonado, los recursos
llega en época de extrema necesidad y como oportuno “milagro” el auxilio
inesperado que cae buenamente de las alturas.
La
decisión de la administración del Presidente de la República se produce como un
ejemplo de dar prevalencia a las demandas populares, otorgar prestancia a la
convivencia democrática en términos de participación responsable y hacer válido
el federalismo en tanto expresión tangible de la democracia.
Agua
limpia en los hogares, luz eléctrica en los pueblos marginados, drenaje y
escuelas dignas de ese nombre, tendrán los municipios dejados al lado de la
civilización y en los patios traseros del desarrollo tecnológico.
Esfuerzo,
tenacidad, transparencia y claridad en las propuestas dan sentido, dirección,
eficiencia y eficacia a las demandas de los munícipes y a los proyectos de
mandatarios estatales en esta hora de la recuperación, con hechos que dan valor
cívico a las palabras en el nuevo federalismo que sigue el lema: “Obras son
amores”.