Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







jueves, 14 de julio de 2016

NUEVO FEDERALISMO: VOZ Y VOTO EN LOS MUNICIPIOS

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El destino de la democracia, sus buenos éxitos y sus dramáticos fracasos, pasa por el federalismo.
Éste,  de manera similar a lo que ocurre con el parlamentarismo, depende de su cabal ejercicio, de su práctica asidua, del apego a los principios, controles y normatividades.
Es decir, un Congreso, ayuno de representatividad, “de nómine” en suma, puede ser todo lo que se quiera menos un congreso democrático, un órgano hacedor de leyes al margen de la voluntad ciudadana
El Pacto Federal es, ha de ser, el corazón siempre en condiciones óptimas de la democracia jurídica y políticamente entendida. Por sus arterias fluye la sangre que vivifica a Estados y municipios, a sus órganos que dan continuidad y reciedumbre al organismo de la nación a que pertenecen.
En México, el federalismo ha sido blanco de la reacción que acecha de los flancos de la derecha extrema, así como de la izquierda delirante por contradictorio que esto parezca.
Una y otra corriente ideológica se proclaman como una opción (tercera vía), a fin de implantar la ilusión del bien común.
Presa de fuego enemigo y aun amigo, el nuevo federalismo continúa siendo la esperanza en el corto plazo a fin de salir de la encrucijada que tiende sus lazos en toda la extensión de la República.
De Norte a Sur y de Oriente a Poniente la violencia auspiciada por el crimen organizado es aliado de las conmociones que aquejan al país; se convierte en amenaza real y latente de las instituciones públicas.
El pretexto visible y tangible es la reforma educativa, de la cual el gobierno federal ha dicho y sostiene, con el apoyo de los mexicanos de buena cepa, que no se negocia como tampoco está al alcance del mejor postor: de la derecha y de la izquierda.
En el Estado de Sonora, en vías de recuperación tras la pasada andanada de anarquismo y reiteradas “violaciones” del Estado de Derecho, se registran signos alentadores en donde el nuevo federalismo deja ver un rostro optimista, reluciente por las mejores esperanzas.
Ahí, en el Estado norteño, el desarrollo social sienta cabeza, justo retomando el buen camino hacia la reinstalación de la democracia participativa y en donde el término progreso deja de ser la mesa servida para saciar intereses de grupo y como pasto favorable para la corrupción desde las alturas del poder.
Sedessón acaba de recibir del erario federal un poco más de 50 millones de pesos destinados al Fondo de Aportaciones   para la Infraestructura Social, en medio de las circunstancias más difíciles que se pueda uno imaginar: deterioro en materia de salud, educación, seguridad, caminos vecinales, etcétera, etcétera.
Como si se tratara de un vasto terreno baldío, precario y abandonado, los recursos llega en época de extrema necesidad y como oportuno “milagro” el auxilio inesperado que cae buenamente de las alturas.
La decisión de la administración del Presidente de la República se produce como un ejemplo de dar prevalencia a las demandas populares, otorgar prestancia a la convivencia democrática en términos de participación responsable y hacer válido el federalismo en tanto expresión tangible de la democracia.
Agua limpia en los hogares, luz eléctrica en los pueblos marginados, drenaje y escuelas dignas de ese nombre, tendrán los municipios dejados al lado de la civilización y en los patios traseros del desarrollo tecnológico.

Esfuerzo, tenacidad, transparencia y claridad en las propuestas dan sentido, dirección, eficiencia y eficacia a las demandas de los munícipes y a los proyectos de mandatarios estatales en esta hora de la recuperación, con hechos que dan valor cívico a las palabras en el nuevo federalismo que sigue el lema: “Obras son amores”.