Rubén Darío, conocido así por su célebre seudónimo, es
ponderado como el patriarca de los poetas en Nicaragua. Y en el mundo de las
letras españolas.
“Mutatis mutandis”, en la literatura nicaragüense la
familia Rothschuh es ampliamente mencionada como núcleo de escritores y
celebrados poetas.
Para muestra, lo siguiente. Don
Guillermo, padre de los Rothschuh Villanueva, profesor universitario jubilado y
autor de numerosas obras, goza del orgullo de contar entre sus descendientes consagrados al cultivo de las
musas: a Guillermo, que lleva el nombre y el talento de su progenitor, ex catedrático en la Universidad Centro Americana (UCA) por años decano de las Ciencias de la Comunicación, Jorge y
Vladimir radicados desde hace más de 30 años en México. Así, como a la bella
Luzanita, quien es inseparable compañía al lado de su octogenario padre y
escritor en activo.
De Jorge, el segundo de la nueva
dinastía de poetas chontaleños, radicado en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, vale
decir que prosigue la inspiración educativa de los autores de sus días, de don
Guillermo y doña María Elba, portadores de
magnífica pluma y de sabias enseñanzas.
Poeta reconocido y asiduo sacerdote de Erato
y Calíope, Jorge Eliécer tiene en su haber prolífico numerosas obras,
entre otras “Somos habitantes de un
mismo sueño”, ”Cantar Mexica”, “Otras después de Eva”, etcétera.
Recientemente, hace apenas tres meses,
se imprimió con sello de Coneculta Chiapas “Bocetos para otra noche”, selección
de poemas que hacen honor al título de la publicación, dedicada a exaltar los relámpagos
de la ensoñación y las pulsaciones de la pasión erótica envueltas en la
vestimenta de la metáfora.
Pablo Antonio Cuadra, asimismo su coterráneo,
había subrayado los éxitos literarios de Jorge con términos laudatorios, en
1983, como éstos: “Tras la huella de Darío, el poema en prosa –el prosema- no
fue cesado de abrirse paso en la literatura nicaragüense en un relevo de buenos
oficiantes que por gracia de vigilantes Musas, no se trasmiten la misma
antorcha sino un fuego nuevo de mano en mano y en cada mano que escribe la
encendida.”
Prosigue el poeta Cuadra: “Tú eres el
más joven prosificador de poesía en esa
tradición, breve pero rica, que ya nos ha dado las “Glosas” de Pallais, los
prosemas de Mejía Sánchez y los de Francisco Valle.”
Concluye así: ”Tu libro es distinto e, incluso,
diferente de tu obra anterior.”
Leyendo el atinente comentario de Pablo
Antonio Cuadra, nos hace evocar, por una parte, la presencia en nuestro país de
los hermanos De la Selva, allá por los tiempos de los ex mandatarios Manuel
Ávila Camacho y Miguel Alemán Valdés.
Salomón, al lado de su hermano Rogerio,
cercano e influyente consejero de Alemán, fue
notable bardo fallecido en la ilustre Ciudad de París (1959). A don
Miguel Alemán, por cierto, la República debe no sólo la colosal y esplendente
Ciudad Universitaria, sino las autopistas que unen lo que hoy en día, los empecinados
demoledores, sin duda con recursos extranjeros, usan para impedir avances reformadores
que reafirmen la grandeza del País.
Por cierto, Jorge al igual que Vladimir,
forjaron en México su segunda y amada Patria. Allá el poeta, en Chiapas; aquí
en la Ciudad capital, el tenaz y temerario periodista. Ambos han forjado sus
hogares con hijas que, sin duda, gozan de los paisajes culturales que sus
progenitores les hacen disfrutar.
Saludamos efusivamente el libro de Jorge
Eliécer a quien los reconocimientos avalan por su lucidez y originalidad:
Premio Único del Certamen Regional de Poesía Dr. Rodulfo Figueroa, 1991; Premio
Nacional de Poesía Balún Canán, 1992; Premio Nacional de Poesía Ramón Iván
Suárez Caamal, 1995.