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Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







sábado, 12 de julio de 2014

REBELIÓN Y RESISTENCIA CIVIL: ÚLTIMOS RECURSOS


En los límites de la organización democrática, el derecho a la rebelión y la denominada resistencia civil adquieren el sentido de principio el primero y de ejecución el segundo. Representan mucho más que emblemas ideológicos o formas para amedrentar a dictadores y tiranos, a déspotas y/aprendices en el arte de mandar.  
Derecho ciudadano lo considera John Locke y como tal lo lleva a la experiencia en Norteamérica, Thomas Hamilton. H. J. Laski lo enriquece, elevándolo a defensa o con carácter de autodefensa de las mayorías; no sólo con exclusividad para las minorías. Al margen de que éstas se vuelvan, en un momento dado, minorías, lo cierto es que la rebelión así propuesta y las movilizaciones de resistencia, son armas defensivas frente a la violencia de los émulos, meros imitadores, del Rey Sol.
Para Adalberto Rosas López, ex Presidente Municipal de Cajeme, en el sur de Sonora, los brotes de resistencia civil se justifican por lo siguiente: el llamado Acueducto Independencia, en el Valle del Yaqui, es producto de una acción o serie de acciones impremeditadas que dan pábulo a la inconformidad; es decir, el Acueducto surgió sin proyecto previo, en todo caso hecho a a imagen y semejanza del voluntarismo corruptor. Su parto, doloroso aún, fue sin importar perjuicios y daños posibles en el bienestar y la seguridad social.
Creció sin certificado alguno, sin documentación oficial: paria que oculta su identidad, en el orfanato del olvido, jamás consensuado y portador de un gafete con sello político y por tanto provisional.
El líder del movimiento ciudadano pro defensa de los derechos legítimos del agua argumenta, con base en principios lógicos, que después de cinco años de arbitrariedad, abusos y complicidades, llega el momento de restablecer, de una vez por todas, el derruido Estado de Derecho, dejando a un lado la artimaña del avestruz, táctica dilatoria de tergiversarlo todo con “acuerdos” y “convenios” para ocultar el fraude a ojos de la población y encubrir así el desacato a las resoluciones de la SCJN.
Ningún pretexto hay, afirma, después del fallo reciente formulado por el supremo tribunal de justicia y tras la orden del Juez Octavo de Distrito, a fin de continuar la farsa que hace de la justicia diferida un recurso para incumplir los mandatos judiciales. Y no hay subterfugio que valga con el propósito de que prevalezca la impunidad sobre el principio de la imputación según el cual si es el delito o el desacato debe aplicarse la consecuencia penal correspondiente, sin  distinción o excusa.
De gran trascendencia es la apología de Adalberto Rosas. Las razones que da son precisas y esclarecen, por si hubiese falta, el proceder del movimiento ciudadano, de los productores agrícolas del sur de la Entidad; en fin, la posición de la denostada Tribu Yaqui, los apoyos y garantías por parte del Municipio incluyente, defensor y auriga del bienestar comunitario. Difícil, no imposible, es el retorno al Estado de Derecho. El triunfo de la legalidad será, lo es, un triunfo de la democracia. 
En medio de la estorbosa bruma, hay opciones inteligentes y viables en este callejón sin aparente salida: las plantas desaladoras, la administración técnica del vital líquido y la vuelta a proyectos como el que hizo despertar en Sonora grandes esperanzas: el PLHINO (Plan Hidráulico del Noroeste) Por cierto, los sonorenses tienen un magnífico aliado en el gobernador de Sinaloa, Mario López Valdez.

CONAGUA y SEMARNAT están en el ojo de la tempestad. Sin embargo, mucho bien harían al acatar las resoluciones judiciales, a fin de evitar que estalle el derecho a la rebelión en Sonora y prospere la resistencia civil, con todo y sus efectos. De mano ejecutora de la Ley podrían, en caso contrario, ser colocadas en la silla de los sentenciados para vergüenza nacional.