(A Dulce María Granja,
diligente académica kantiana)
A los 80 años, el 12 de
febrero de 1804, expiró Manuel Kant, héroe de la Ilustración y fundador del
idealismo crítico. Murió físicamente, pues su enseñanza, su idea del hombre, su
concepto de educación y de la historia
en sentido universal, cosmopolita, perduran y vivirán mientras haya una mente que piense, una
voluntad que quiera y un modo de sentir con base en la idea protagórica del ser
humano,“medida de todas las cosas”.
Fecundó la semilla del
pensador de Abdera hasta convertirla en frondoso árbol genealógico del
conocimiento. Llevó hasta sus últimas consecuencias la doctrina de Sócrates expresada en el aforismo
“Conócete a ti mismo”. Iluminó con su vida y muerte la prédica judeo-cristiana
sobre el amor y la amistad, llevándola hasta la experiencia social, y
convirtiéndola en discurso racional, propuesta encaminada a dilucidar la
finalidad de la existencia, los enigmas de la finitud y la trascendencia de
acuerdo con ideas regulativas de perfectibilidad
humana.
Si las tres Críticas (de la
Razón Pura, de la Razón Práctica y del Juicio) integran la teoría filosófica
sobre el sujeto-hombre de la experiencia, sobre su capacidad creadora y sus
acotaciones dentro dela experiencia, sus escritos relacionados con la religión
según los principios de la razón, y de la paz con arreglo a la legalidad regida
por la noción de pacto y del cosmopolitismo, representan éstos el esfuerzo
kantiano en búsqueda de la trascendencia y la continuidad de lo humano por encima
de lo transitorio y contingente. Es decir, en estos ensayos vibra el afán del
filósofo en genial búsqueda hacia lo eterno-humano, hacia la infinitud,
abriéndose paso en tenaz y vigoroso voluntarismo, anticipando tesis de
Schopenhauer en “El mundo como Voluntad y Representación”.
Desde las breves páginas (más
o menos veinte en total) de la “Idea de una historia universal desde el punto
de vista cosmopolita”, Kant perfila el itinerario desde el cual la noción de lo
humano transita hacia la totalidad de la cultura por medio de la ilustración
educativa, a través de principios, acuerdos, relaciones pactuales y tratados
concurrentes en el seno de la sociedad internacional.
Por esa vía, el espíritu
cosmopolita, el universalismo en despliegue, trasciende el concepto de hombre
en estado de naturaleza, y reafirma en la idea desinteresada del amor a lo
humano por lo humano mismo, superándose, así, los riesgos del erotismo, del
solipsismo egoísta y las tendencias autodestructivas y destructivas que hay en
el trasfondo de la subjetividad.
“La Paz Perpetua” es
corolario que subsume sentimientos éticos hacia la convivencia y la solidaridad
en donde el amor al prójimo, al forastero. ya la amistad por la amistad,
adquieren el sentido laico, de tolerancia, motivados por el altruismo como
fermento de trascendencia y universalidad. Ahí anida el ideal de Humanidad al
margen de sujeciones dominadoras y denigrantes.
En su “Respuesta a ¿Qué es la
ilustración?” el lector se encuentra
frente a ideas de tolerancia religiosa, ante el reto de ser uno mismo
y de cara al impulso a ser audaz frente a las ataduras del dogma y
la autoridad, mal entendida ésta por supuesto. El principio de autarquía, de
responsabilidad y de estar a las resultas del cumplimiento del deber por el
deber mismo, resplandece con luz propia, irradiando hacia el interior del
hombre y en sus vínculos con los demás.
En el Día del Amor y la
Amistad, Kant y después Herman Cohen (“La Religión de la
Razón desde las fuentes del judaísmo”) nos hacen el gran beneficio de poder
reflexionar sobre estas virtudes constitutivas del hombre en sociedad, del ser
humano como proyecto en aras de
trascender la finitud de la existencia.