“Dissoi lógoi” llamó el
filósofo Protágoras a los razonamientos, a todo
razonamiento, que implican oposición o sentido contrario el uno respecto del
otro. Doble discurso en los procesos de conocimiento con apariencia de oposición
o contradicción absoluta.Viene a colación lo anterior, con motivo de la
aprobada reforma en el Congreso de la Unión.
Lo que para la mayoría de los senadores y diputados es reforma
innovadora en el México de los últimos 70 años, llave para ingresar a la
modernidad, para la minoría opositora es signo de retroceso histórico, síntoma
de bancarrota y de naufragio económico y social; flagrante violación a la Carta
Magna y entreguismo a las transnacionales que, en su momento, fueron expulsadas
del territorio nacional.
Derechas e izquierdas invocan
los privilegios de la Nación sobre los energéticos, con argumentos que van
desde el recurso “ad hominem” (con etiqueta personalizada) hasta los vaticinios
que hacen avizorar un futuro con beneficios para todos: empleo, bienestar; seguros en salud, educación, vivienda,
incluso oportunidades recreativas. Mientras tanto, los de la discrepancia
organizada arguyen que, a muy corto plazo, los recursos en disputa estarán en
la mesa de los potentados nacionales y extranjeros, así como en las cuentas
bancarias de los afortunados de siempre; rapiña, en fin, de los bienes
nacionales. Un horizonte sombrío de pobreza, de miseria y marginación, se
extendería a lo largo y ancho del país.
No se advierte, por lo
pronto, término medio, el denominado “mesotés”aristotélico, el criterio mediador entre los dos extremos
confrontados. No hay, al parecer, la posibilidad de conciliar en la teoría
ambos discursos, con todo y que la resolución constitucional, la aprobación
mayoritaria se impone con la fuerza de la Ley, como decisiva con el consenso de
los restantes representantes populares en los Estados.
Entre los senadores y
diputados por parte de la mayoría destaca la campaña de persuasión
implementada para convencer a la población acerca de los beneficios que
a raudales caerán, como maná en el desierto, a partir de la puesta en vigor de
la controvertida reforma.
Así en Sonora, para citar un
ejemplo, el senador Ernesto Gándara Camou, por cierto adalid de la
precandidatura priista al Gobierno de la Entidad en el cercano 2015, vaticinó
un futuro brillante para las venideras generaciones de mexicanos. Esgrimió
premisas similares a las del Presidente Peña Nieto para asegurar que habrá nuevos empleos directos y numerosas
empresas proveedoras de bienes y servicios, lo que haría emerger un México con
perfiles idóneos en el mundo global, competitivo, de nuestro Siglo XXI.
Por el flanco opositor, en
cambio, se alzan voces estentóreas, exclamaciones convertidas en fulminante “Yo
Acuso”. Así la frontal pregunta: ¿Cómo
podrá estar quebrado PEMEX si le cuesta 7 dólares extraer un barril de petróleo
y lo vende en el mercado a 90 dólares? Y si importamos gasolina y productos
petroleros es por la sencilla razón de que las “inversiones” no alcanzan para
construir refinerías. ¿Proseguirá, se pregunta, si continuará el entreguismo de
exportar crudo y continuar gravándose
con productos derivados el bolsillo de los consumidores?
Se puede ver que el doble
discurso, el SÍ absoluto y el NO absoluto,nos hunden en la confusión, a
los no enterados. Por lo demás, la
anunciada consulta convertida a la fecha en catapulta sólo podrá despejar la
oscuridad, si se toma en cuenta a los expertos,
a los técnicos y a los obreros calificados, incluyendo a jubilados del
gremio, con el propósito de que, en el 2015, los mexicanos estemos en condiciones
de poder decidir, con objetividad, sobre éste nuestro próximo y hasta ahora
incierto futuro.
“Obras son amores”. La experiencia dirá su última palabra.