Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







viernes, 20 de diciembre de 2013

HACIA UN NUEVO FEDERALISMO: “EL ACUERDO VÍCAM”




La necesidad, se dice, es madre de todo. Ciertamente, siempre y cuando haya oportunas respuestas a los apremios. En el diálogo platónico “Protágoras” (denominado así por su autor en alusión al filósofo de Abdera), se relata el mito de Prometeo según el cual los hombres fueron impelidos a reunirse en sociedad para defenderse del acoso de las fieras ante el desamparo con motivo de la repartición de dones y por el descuido de Epimeteo, comisionado por Zeus con aquel efecto.
En “La ciudad antigua”, Fustel de Coulanges afirma que fueron tendencias místicas (necesidades imperiosas), las que llevaron a las tribus a congregarse en poblados, luego en urbes, para realizar sus ritos y llevar a cabo el acto de adorar, en común, a sus dioses.
Así, el pacto de Vícam, el acuerdo entre el gobernador de Sinaloa, López Valdés, y las autoridades de la Tribu Yaqui con el objeto de “flexibilizar” el bloqueo de la carretera federal en la demarcación de la comunidad indígena, se explica y justifica como búsqueda y encuentro de una resolución al conflicto, provisional y en principio desconcertante, pero dictada por urgencias y necesidades que apremian a las partes. La presencia de Díaz Brown, alcalde de Cajeme, ha testificado la alianza.
Es aún prematuro hacer vaticinios sobre el resultado del pacto, sobre todo por el contenido y las finalidades de que trata. Sin embargo, se puede celebrar y hasta aplaudir la iniciativa como vía para superar parte del conflicto ante la inepcia y lentitud de la autoridad.
Voz inaudible en el desierto es la de la Tribu Yaqui. Ha sido ésta destinataria de una justicia diferida, suministrada a paso de tortuga por los obligados a cumplir sus competencias. Y es también demanda urgente la de los agricultores sinaloenses, pero asumida con determinación y buena fe por su diligente Mandatario.
Víctima de indefensión desmesurada, el reclamo de la Tribues acogido con gesto de  discriminación, indiferencia y hasta con afán de exterminio por quienes olvidan que los  yaquis son mexicanos, titulares de garantías constitucionales plenas y de tutela a los legítimos derechos que les son propios. Y algo similar puede decirse de los productores agrícolas afectados con motivo del bloqueo carretero convertido en retenes infranqueables que perjudican la comercialización de sus cosechas.
Sin festinar los resultados del acuerdo, y se espera lo mejor, se advierte por vez primera la posibilidad de echar abajo los muros infranqueables de rígida contención entre regiones y jurisdicciones colindantes, al grado de que no haya la fecha mutua y oportuna colaboración entre comunidades adjuntas, acciones eficaces ante apremios como éste y otros, según ha ocurrido en casos de frustrada persecución de criminales, impedida por  cuestiones de límites fronterizos entre los Estados.
Nuevo y viejo federalismo parece debatirse aquí, con motivo del problema que, siendo  de carácter económico, enfrenta temas como la garantía de libre tránsito para la movilización oportuna de mercancías, y para el traslado de personas en términos de seguridad y respeto a la dignidad que merecen. Pero está en el tapete de la discusión, asimismo, el derecho a la distribución equitativa de bienes y recursos: de la Federación a los Estados y de éstos a los municipios, en tiempo y forma. Y está, además, en la mesa de la polémica el por qué la autoridad ejecutiva responsable para resolver problemas, con lujo de impunidad se convierte en juez y parte. Por qué se asumen aires de irresponsabilidad y por qué se hace de los demandantes, intrusos e inoportunos.

Los vacíos de autoridad se cubren, al parecer, mediante un naciente federalismo, nuevo en la forma pero favorable y propicio para su eventual formalización normativa e institucional.