Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 21 de octubre de 2013

ANARQUISMO CREADOR: LOS COSTOS DE LA DEMOCRACIA




Alto es el precio a fin de preservar, fortalecer y acreditar los avances de la democracia. Implica sacrificios: dolor, lágrimas y aún el tener que sellar con la propia vida la defensa de los más nobles ideales.
En este sentido, se concibe el anarquismo como un impulso viril, impetuoso, a fin de romper y poner término a un determinado estado de cosas. Hay, no obstante, formas de ejercerlo y llevarlo a la práctica. Así, existe el intento de derruirlo todo, sin una finalidad ulterior y mucho menos sin contar con los recursos necesarios para reconstruir lo derruido.
En contraste, hay el anarquismo creador el cual consiste en la determinación de sustituir modelos de inequidad, injusticia y opresión, precedidos por un propósito deliberado de cambar el orden establecido por las vías al alcance, llevando al efecto los medios para lograrlo en el corto y mediano plazo, de ser posible. Lleva éste consigo la resolución de estar a las resultas de la legalidad vigente, por encima de las más crueles afrentas y  adversidades.
Al primero bien puede llamarse anarquismo repetidor, envuelto en los velos de la retórica que alucina con proclamas que van desde la estridencia hasta el grito que pide el triunfo definitivo de los pobres, la supresión de las clases privilegiadas hasta la desaparición, como por arte de magia, del Estado y el Derecho. Todo, en sus propios términos. Es repetidor por  el uso de lemas y propuestas ideológicas, que por cierto no se desgastan al paso de los tiempos; por el reclamo de garantías como el derecho a la rebelión. Y en particular, por la exigencia de tolerancia y de impunidad, a toda costa. A cualquier precio.
Al segundo, habría que llamar anarquismo creador por razón de que destruye para construir; derriba y coloca bases y cimientos más consistentes. Si bien invoca y echa mano del derecho a la inconformidad; es decir, si recurre a la garantía de la protesta y actúa para cambiar el orden preestablecido, lo hace en uso pleno y legítimo de las libertades cuyo sustento es el de la responsabilidad. Es decir, la de estar a las resultas de la ley y de sus imperativos o resoluciones. Sin querer esquivarla o soslayarla.
Nos ha tocado últimamente padecer y soportar los embates del anarquismo repetidor: el que destruye sin afanes de reedificar. Aquel que se escuda en  la “masa” violenta del anonimato: el que provoca con intenciones aviesas de hacer que la fuerza de la ley se convierta en la ley de la fuerza; el anarquismo violento que ha repetido las mismas consignas por los siglos de los siglos, sin que haga conmover novedosamente en un ápice los fundamentos de la sociedad. En fin, el anarquismo que lleva consigo el arma suicida sin saber qué hacer con ella.
Asimismo, atestiguamos el asomo de un anarquismo creador, de un anarquismo instaurador de vías alternas a fin de lograr la equidad, la justicia social, los beneficios del bienestar, por la vía de la institución, de la realización del principio del Estado de derecho: la constitucionalidad de la legislación y la legalidad de su ejecución. Se trata del asomo, por el método de las reformas constitucionales, con todo y titubeos, insuficiencias, y suspicacias, de restablecer la convivencia en paz y armonía. Y cabe valorarlo como anarquismo creador en la medida que se ejerce como un diálogo entre mayoría y minoría, como una controversia por parte de la representación de legisladores populares. Y responde al calificativo en tanto que modifica anquilosadas estructuras, en lo educativo para enseñar a crear nuevas formas de acceder a los conocimientos, comprender la justicia y gozar el arte.

Este anarquismo, así ponderado, es factible de dar a la riqueza un carácter compatible a fin de evitar la miseria que hace zozobrar los afanes y toda esperanza en un mundo mejor.