Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







sábado, 16 de marzo de 2013

FRANCISCO I: ¿MESÍAS PARA NUESTRO TIEMPO?





Casi octogenario, hispánico, perteneciente a la orden de los jesuitas, la nominación del nuevo papa ha motivado más conjeturas que el ascenso de su antecesor, BenedictoXVI ,y acaso tantas como las que rodearon a los príncipes eclesiásticos de quienes se ocupa  E. R. Chamberlin en “Los papas malos” (Orbis, 1986)
La globalidad, en efecto, pasa por el Vaticano. En cuanto a su origen hispánico, cabe mencionar que el siglo XXI está siendo propicio para erradicar todo síndrome racial y aún de lo patriarcal. Esto refrenda el carácter ecuménico, cosmopolita, de la Iglesia.
En cuanto a su identificación con los jesuitas, da lugar a consideraciones que van desde ubicarlo como un papa izquierdizante o modernizador, aunque mesurado y discreto.
Otras observaciones tienen que ver con el desempeño del pontífice a la luz de acontecimientos políticos drásticos en su natal Argentina, lo que hace evocar el papel de la Iglesia en similares sucesos dramáticos de trascendencia universal:el Holocausto judío hace más de seis décadas. Acerca de estas imbricaciones entre religión y política, apenas si cabría referir que, con todos los rituales del caso, la secrecía que envuelve la nominación del sucesor del apóstol Pedro, y la cauda de honras con que se celebra la transmisión de la autoridad papal, lo cierto es que se trata de un suceso eminentemente humano. No escapa el trasfondo religioso, inmerso en un mar de creencias, dogmas y actos de fe que le otorgan su dimensión propia.
Un hecho de singular relevancia es, sin duda, la sucesión del máximo jefe de una comunidad religiosa, cuyos seguidores se cuentan por millones en el planeta. Bastaría pasar la mirada sobre las eruditas páginas de “La historia de los papas” de Leopold von Ranke (FCE, 1943) para darse cuenta de la urdimbre de sucesos, incidencias y repercusiones de que se rodea aquel capítulo de la historia,  imposible por otra parte de segregarlo de lo esencialmente humano, pues se  incurre así en una interpretación frívola de la manida expresión en el sentido de que la religión es el opio de los pueblos.
Otro ángulo del tema es la traída y llevada opinión de que en el pontífice romano se encarna, por efluvio sagrado, la representación divina que, en su momento cronológico, se depositó en el apóstol Pedro. El hacer profesión de fe en la susodicha convicción conlleva a no pocos equívocos por el afán de querer justificar las flaquezas o desviaciones propias del ser humano. Precisamente el “errar es propio de humanos” corona, con suprema sabiduría,  la interpretación del acaecer histórico con todo y sus turbulencias, aciertos y desaciertos.
Por lo que se refiere a si Francisco I podría ser el papa renovador que la Iglesia espera, si actuará hacia la izquierda o a la derecha, es pertinente recordar que dado su origen y perfil, y por su naturaleza intrínseca, al titular del Vaticano malamente podría clasificársele como de un extremo o del otro (derecha-izquierda), pues su sino y destino  es el de preservar, sostener, afianzar y refrendar el cuerpo de doctrinas o sistema de dogmas, ponderados válidos de una vez y para siempre.Vanamente, entonces, podría intentar encasillarse al llamado “Santo Padre” en un esquema pendular que va al lado de las manecillas del reloj o en su defecto, va en contraflujo, como si se tratase de un dirigente o líder partidista. O bien como si su función fuese la de un hombre de Estadolaico, de Oriente o de Occidente.
Viene a la mente, al respecto, el ensayo de  Zaehner “El instinto religioso” donde expone las raíces comunes que atañen a toda propensión ideológica (religiosidad y política), lo cual motivaría, sin embargo, el fallido intento de valorar con las categorías de la fe los sucesos cotidianos de la convivencia social. Y viceversa.