“Ahora o nunca”, es la consigna
de los municipios. Tras el regreso del PRI
a los Pinos, la promesa de dar
eficacia a los principios jurídicos del
federalismo se ha convertido en imperativo ineludible.
Mientras el EZLN difunde sus
proclamas como en tiempos de Camacho Solís y de Salinas Gortari, el Presidente Peña
Nieto contraataca: emite un programa a fin de restituir los derechos civiles a
los pobladores errabundos, y derechos agrarios a las comunidades desprotegidas. Llega la hora para que, en
minas y bosques, las trasnacionales pongan tierra de por medio y dejen de señorear
en zonas abandonadas a la incuria. En Sonora rinde protesta como coordinador en
la entidad ante la
Federación Nacional de Municipios (FENAMM), el alcalde de
Cajeme, Rogelio Díaz Brown, en horas en que los sonorenses pasan momentos álgidos,
en particular productores, indígenas del
Mayo y el Yaqui, y miembros de la clase trabajadora. El impuesto de la tenencia
vehicular, no es lo único.
Sonora es, por hoy, símbolo
del naufragio municipalista. Su Ejecutivo ejemplifica la anarquía de Estado,
siendo él mismo un tránsfuga de la
Ley. Y cómo la sufrida entidad, hay otras que igualmente sobrellevan
el peso de la inepcia gubernamental a causa de la ineficacia de las
instituciones de control, el desdén de los congresos locales y la complicidad
política en la cúpula del poder.
Frente a dicho panorama, los
presidentes municipales están llamados a ejercer sus funciones tutelares, sus
atribuciones y facultades para denunciar abusos y contubernios, como también
para hacer efectivo los programas de solidaridad; dar efectividad a los
proyectos de inversión en los poblados que requieren de apoyos oficiales. En
modo alguno, de la caridad pública.
Casos de endeudamiento como el de Hermosillo, otrora floreciente municipio,
económica y socialmente, se explican por la complicidad gubernamental, asimismo, como el que representa el “Acueducto
Independencia”, obra ésta inventada por
la ambición de políticos locales encumbrados con piel de empresarios, o al
revés. Se entienden en la medida que hay
munícipes perversos coludidos con sicarios en el poder, quienes propician
violencia al Estado de Derecho, con lujo de impunidad.
En contrapartida, mientras
esto ocurre son del dominio público
desempeños heroicos y ejemplares de funcionarios que, llegados al poder
en cabeceras municipales, ameritan mención por su vocación de servicio, aunado a
virtudes de compromiso solidario que los
identifica en el acato a sus deberes cívicos atendidos con pulcritud y sin afanes
de recompensa mal habida. Por ejemplo, así sucede en la zona serrana de
Chihuahua, en donde por cierto, hace días, se borró de un plumazo en la
geografía de la pobreza extrema el municipio de Batopilas, en decreto
presidencial,
Allá, precisamente, como
botón de muestra, en el mapa donde conviven rarámuris, tarahumaras pimas y guarajíos, Martín Pérez Campos, dos
veces munícipe de Moris, hace la hombrada de multiplicar panes y peces con el
fin de asistir a los pobladores desvalidos y afectados por la sequía. En
persona, desafiando la inclemencia invernal, la dispersión de pueblos y aldeas, entrega
avíos y despensas; atiende a pequeños agricultores y ganaderos; vigila la
aplicación responsable de los recursos para la construcción de represas; lleva,
en fin, accesorios para que haya luz en los hogares y agua potable para indígenas
e indigentes. Acude a la capital del país, a fin de acelerar los acuerdos. Sin
duda, hay otros casos que relatar.
Basados en ejemplos de honestidad y transparencia
pública, podrá decirse que ha llegado la hora de los municipios. Y que los
munícipes en activo tienen, en efecto, la
palabra. Pero bien lo sabemos: una solitaria golondrina no hace verano.