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Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 23 de enero de 2012

A ONCE AÑOS DEL ATENTADO CONTRA EL GOBERNADOR DE CHIHUAHUA





                                                    Por Federico Osorio Altúzar

 Este 17 de enero se cumplen once años del frustrado magnicidio del que salió con vida, para fortuna de los chihuahuenses, de sus familiares, colaboradores y amigos, el entonces mandatario estatal, contador público Patricio Martínez García. El boletín informativo de la Coordinación de Comunicación Social, a cargo de Antonio García Hernández, breve, escueto en su contenido, refería el lugar, la hora del inaudito atentado y quién había hecho accionar el arma criminal: escalinata del Palacio de Gobierno; 11:30 Y de la mañana. Y el nombre de la atacante: Cruz Victoria Loyola Montejano.
Dos días antes había visitado Chihuahua el procurador general de la República, Rafael Macedo de la Concha. Poco antes, el entonces temido traficante de droga, Joaquín Guzmán Loera, líder del cártel de Sinaloa y ahora el “narco más poderoso del mundo”, según el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, se había fugado de un  centro calificado de alta seguridad en Jalisco.
Patricio Martínez había asumido el Ejecutivo estatal en octubre de 1998, sucediendo  en dicha función al gobernador panista Francisco Barrio Terrazas.  En los dos primeros años de su  gestión, el ex presidente municipal de Chihuahua capital y ex diputado federal ponía el énfasis de su actuación pública en la modernización del Estado mediante innovaciones de carácter administrativo que señalarían nuevos rumbos en las inversiones públicas, el impulso a la obra urbana y rural; en la apertura al comercio internacional hacia los mercados de ultramar, así como en la cooperación y el intercambio financiero y tecnológico con los estados allende la frontera: Texas, Nuevo México, Arizona.
Día lleno de incertidumbre y conjeturas aquel 17 de enero. Día rodeado de zozobra por el estado de salud del mandatario. Horas lentas y cargadas de dramáticas inquietudes acerca de los destinos inmediatos de una sociedad por antonomasia noble, generosa y progresista. No había precedente alguno de esa magnitud en la historia de la entidad, aseguraba el ex gobernador Fernando Baeza Meléndez.  Por su parte, Francisco Barrio Terrazas, gobernador del Estado de 1992 a 1998,  descartaba que el móvil del atentado fuera el narcotráfico.
El impacto de la bala criminal hizo blanco en la cabeza del gobernador, aunque no logró la consumación del móvil asesino. Patricio Martínez salvó la muerte en forma por demás afortunada, sin que su  determinación, entereza política y férrea voluntad para superar el incalificable atentado haya menguado de manera alguna. Fue al contrario. Redefinió su plan de Gobierno y programó con mayor precisión y celeridad las metas y objetivos del crecimiento y el desarrollo para el Estado. Se convirtió en la voz más vigorosa y audible en los foros nacionales en donde sus pares, los mandatarios de la República, lo escucharon con excepcional interés la forma de exponer sus propuestas de una reforma hacendaria, cuyos alcances y logros hubiesen evitado el fracaso de las finanzas nacionales y el caos actual de la política fiscal del gobierno que encabeza el presidente Felipe Calderón.
Puso orden en la economía urbana y en la desconcentración administrativa, a pesar de las resistencias provocadas en áreas colaterales del poder estatal y de la falta de entendimiento para extender la seguridad pública con políticas laborales y de igualdad  de género en la frontera. Con mala fe se le quiso cargar la torva cadena de feminicidios.
A once años del fallido asesinato,  la pregunta de aquel 17 de enero se vuelve actual y adquiere renovado sentido ante la impunidad convertida en patente de Corso en manos de la criminalidad organizada: ¿Por qué? ¿Cuál fue el móvil del criminal  atentado? ¿Quién o quiénes fueron los agentes intelectuales de aquel proditorio intento de magnicidio?