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Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







martes, 19 de julio de 2011

LA HORA DE LOS MUNICIPIOS: DILEMA DE LAS ETNIAS


                                                                     Por Federico Osorio Altúzar
En Mérida, Yucatán, hacen oír su voz los munícipes del país, en el cónclave de la FENAMM, reclamando derechos  de igualdad en nombre del federalismo proclamado en Chihuahua por los mandatarios estatales durante su primera reunión de seguridad. Demandan medios financieros, por parte de la Federación, para hacer frente al compromiso adquirido en la reunión del pasado lunes del mes en curso.
La cumbre de municipios es, así, hilo conductor y eco sonoro de la Conferencia Nacional de Gobernadores. Marca un hito en la historia del federalismo mexicano que busca una verdadera renovación de la convivencia democrática, una efectiva participación en términos de equidad, de apoyos logísticos y recursos económicos para hacer frente al crimen y la violencia. Caja de resonancia de lo que ocurre en el país, los municipios  son en los medios informativos escenario de impunidad, almacén de odios y rivalidades, bastión de cárteles y fuente de rivalidades partidistas para alimentar la ambición de poder político y económico.
En la jurisdicción municipal, se propala, tienen lugar asesinatos inéditos, siembra disfrazada de estupefacientes, impunidad, corrupción y comercio de droga. Mientras, la Federación practica la manipulación presupuestaria, sin control alguno, con perversas finalidades ideológicas y predominio de tácticas de predominio.  
Mientras tanto, sigue inaudible la voz de los marginados por antonomasia, los desheredados de siempre, los parias irredimibles para quienes no hubo seguimiento a “Los Sentimientos de la Nación” proclamados por Morelos, padre fundador de la Independencia. El dilema histórico que los hace ver como el otro México, motiva denuncias, similares a las del sociólogo sonorense, Tonatiuh Castro Silva, en el libro “Etnias de Sonora” ( en coautoría con etnólogos de la entidad), donde reseña el drama de seris y pimas, yaquis y mayos, quienes enfrentan la disyuntiva de resignarse con las limosnas del neoliberalismo en boga o definir una estrategia de resistencia étnica. En otras palabras: soportar en resignada tolerancia los rigores de la marginación o esperar con fe, optimismo y esperanza mejores tiempos para una feliz sobrevivencia.
Lo mismo ocurre en la sierra chihuahuense con los grupos indígenas, Rarámuris, guarajíes y tarahumaras, están bajo el riesgo ya no de sobrevivencia sino de letal extinción. Libro revelador de la condición de los pueblos marginados y de aquellas etnias fue y es “Crónica de un país bárbaro” de Fernando Jordán, reeditado por el Centro Librero La Prensa, en 1981, en cuyas páginas se lee: …”bosques inexplorados, minas abandonadas e indios hambrientos, (es) la zona de los barrancos que se extiende hacia el norte…, sobre la vertiente del Pacífico.”. Más adelante. “No hay armonía en la sierra. ¿Podría haberla en tan impetuoso y contrastado paisaje? Todo es diverso, a menudo anárquico: el clima y el hombre, el medio geográfico y la posibilidad de riqueza”. Enseguida: “La sierra es así y tal vez nunca cambie. Es posible que en el transcurso de los años se realmente sabia y honestamente la explotación de los bosques y se fortalezcan los pueblos en una vida sedentaria y firme. No sucederá lo mismo con los pueblos mineros.
No obstante, hay síntomas de esperanza. Llega la hora de las etnias en Sonora, Chihuahua, Durango, Guerrero, Oaxaca y Chiapas, y se impone la idea de que bosques y metales no lo son todo. En la reunión de munícipes, la violencia ya no es causa absoluta ni origen de todos los infortunios. El olvido de los grupos indígenas, el despojo y la subordinación de las etnias son factores concurrentes.