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Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







miércoles, 10 de noviembre de 2010

LA MINERÍA AHORA: NUEVO ROSTRO CON DESTINO SOCIAL


Por Federico Osorio Altúzar

Sonora y Chihuahua, Durango y Coahuila se asientan  en montañas y sierras de metales preciosos, como en el sur y el sureste de México, los mantos petroleros fluyen en los subsuelos de Campeche, Tabasco y Veracruz. La madre naturaleza les escrituró  legados inexplorados aún, en vía de explotación y usufructo. La tragedia de la mina de San José (Chile), nos ha sacudido y habla de la industria en cuestión: riesgos y desafíos en orden a la obtención de riquezas y prosperidad, de  opulencia ante la extrema pobreza, plena ocupación y apertura de inversiones; en suma, de tentadoras ofertas de crédito  y financiamiento.
La otra cara de la realidad social y económica sugiere que la oportunidad es atractiva en términos de viabilidad: hace renacer esperanzas de resurgimiento material, de recuperación y salud financiera en el mediano plazo; de convivencia en paz y seguridad.
Cananea es elocuente voz de alerta. Como en 1906, son intolerables abusos y vejaciones al cobijo de la arbitrariedad. Advierte sobre el riesgo inminente de echar combustible a la hoguera de la inconformidad, tras el drama de Pasta de Conchos.
Pero lo anterior no indica que  a causa de la corrupción, el entreguismo a las transnacionales y el afán de erosionar derechos humanos,  laborales y de libre asociación, hubiese que cegar pozos petroleros, cancelar petroquímicas y dejar sin efecto compromisos comerciales con el exterior. Así, es motivo de optimismo y prudente expectativa, de no oculto júbilo oficial y empresarial, las noticias relativas a la reactivación de la minería en el norte del país, en Sonora y Chihuahua. Veamos por qué.
En los municipios de Cucurpe y Magdalena, en el solar sonorense, avanza el proyecto minero con obras de infraestructura y trámites relativos a tenencia y uso del suelo con el fin de evitar problemas administrativos y de carácter laboral. Por otro lado, en la Tarahumara se dan a conocer proyectos y propuestas respaldados por grupos como el Grupo Carso y por capitales dispuestos a  promover el desarrollo minero regional. En los escenarios  donde  el coronel Joaquín Terrazas libró denodada guerra contra los apaches, se abre paso el proyecto liderado por nuevos políticos, jóvenes  funcionarios públicos para quienes, tarde o temprano, habrá que pagar a los marginados  la deuda diferida desde la Colonia y desde el México posrevolucionario, vigente hoy.
Presidente de un municipio periférico, Moris (similar a Ocampo, Batopilas, Uruachi y Carichi), José Martín Pérez Campos enarbola un proyecto audaz para el Desarrollo de la Sierra de Chihuahua, con la fuerza vinculatoria de más de doce munícipes de la región, integrado con alternativas de progreso y bienestar  para todos los pobladores al margen de condición económica o social, de etnia o de preferencia política o de religión.   
El proyecto arranca del análisis socioeconómico de los municipios serranos, describe las actividades productivas actuales (agricultura, ganadería, minería, turismo, y otros); incluye la fuente de recursos federales y estatales; enlista las áreas de oportunidad en rubros emergentes:  comunicación (carreteras, caminos rurales y telefonía); urbanización y servicios básicos (energía eléctrica, agua potable, drenaje);  asimismo, subraya otras áreas de oportunidad: producto de lácteos (hatos lecheros familiares, praderas o invernaderos); turismo: hospedaje, alimentación, visitas guiadas, “camping”, sin dejar de lado la capacitación para el trabajo y la descontaminación de suelos. 
Lúcido ejemplo de un municipalismo moderno, visionario y audaz, sus promotores abonan credibilidad al pacto federal en su carácter de fuerza política, económica, educativa y cultural, por medio de la asociación y el compromiso, propiciando, así, nuevas formas de vivir y convivir.