La
noche del 15 de septiembre fue, hasta años recientes, motivo de júbilo popular.
Los sucesos políticos degenerativos, junto con los hechos criminales, han convertido
la histórica celebración en una página del calendario que cada vez se tiñe más con
dramas y calamidades que habrá de lamentar.
Días de guardar
habían sido las fiestas de septiembre. A los juegos pirotécnicos se sumaba el
derroche de ingenio para organizar la cena que hacía memorable estas reuniones
familiares.
Hoy esta fecha
se ha vuelto cada vez inolvidable por la cauda de crímenes, robos y extorsiones
sin fin. La quema de personas, dice mucho de ello.
Tan
sólo en la capital del país, la criminalidad se ha sobrepuesto a las
celebraciones cívicas, cometiendo venganza y muerte entre grupos de
malhechores, evitando con ello que la imputación ocupe el lugar que tiene
asegurado la impunidad. O lo que es sinónimo: la justicia por mano propia y
personal.
El
castigo ha perdido completamente el sentido de ejemplaridad. Ya no se ejerce la
facultad punitiva establecida en los códigos penales sino el otorgar el
“perdón” a los delincuentes como si se tratara de un fuero muy peculiar:
delinquir y borrón de cuentas pasadas.
Días
para la reflexión y no para el júbilo, días propios para meditar y sacar
conclusiones en vez de ocuparlos para la fiesta de los sentidos y con el
propósito de borrar de la memoria las horas infaustas del inmediato pasado.
Reflexionar
acerca de lo que anhelamos para los seres queridos que trabajarán, soñarán y
gozarán como nosotros durante nuestras cortas o largas vidas.
Ni todo está resuelto como para empezar
desde la nada; tampoco los asuntos sociales tendrán resultados fortuitos y como
caídos de las alturas.
Las promesas adquieren cuerpo y visos
de realidad en la medida que tomamos parte en su planteamiento y dilucidación.
Cambiar de apariencia para incurrir en
los vicios anteriores, cambiar en las palabras para ocultar las mismas
intenciones subyacentes no es sino doble y hasta múltiples maneras para que se
infiltren sin temor al rigor de la legalidad los criminales con vestimenta de
mansas ovejas.
A lo anterior se adjuntan los temblores
septembrinos, las inundaciones y cambios sorpresivos en nuestra acostumbrada
forma de vivir.
Ya no sabe a ciencia cierta si lo mejor
es vivir conforme a la naturaleza, frente a ella. O proseguir la ruta histórica
enseñada por los Galileo, los Newton o los Heisenberg.
El mundo natural y el social cambian y
se renuevan con arreglo a la participación humanamente posible y con base en
usos y costumbres, como se dice. En verdad, nada es ajeno al hombre.
En este sentido, nuestra
responsabilidad se acrecienta según el grado de los compromisos y los deberes
que nos incumben, pues nada ni nadie compartirá objetivamente nuestras acciones
en cuanto a la titularidad de derechos y obligaciones vigentes.
Así,
los días de guardar serán, además, días de repensar nuestro paso por la
sociedad en la cual vivimos y actuamos.
Los días de júbilo pueden esperar,
están en el calendario no realizado aún;
en el de las ideaciones y conjeturas.