En comentario
anterior afirmamos que el Presidente Enrique Peña Nieto pasará a la historia
como el mandatario moderno que abrió las compuertas del reformismo
institucional.
Los cambios
sustanciales en materia educativa reafirman aquella hipótesis la cual ha
quedado corroborada en el reducido periodo que va del decreto a su vigencia y
práctica en la experiencia.
En
la inauguración del Mundial de Robótica, el ahora vapuleado y hecho menos
política y administrativamente Ejecutivo Federal alzó la voz para enaltecer los
primeros frutos de sus reformas, principalmente la educativa, invocando el
principio de la continuidad.
Señaló
en su discurso inaugural el Presidente que el sentido constitutivo de su
propuesta elevada a mandato consiste en que la palanca capaz de remover lastres
es la ecuación. Y ésta –resaltó- impulsando
la innovación y la creatividad.
Pocos
foros imaginables para el pronunciamiento presidencial de referencia que el del
celebrado cónclave internacional que dio a México el privilegio de haber
reunido a casi 200 países con la representatividad aludida.
En
el trasfondo de los conceptos emitidos por el Mandatario yacen los vínculos de
la estrecha relación entre educación y ciencia, entre enseñanza y revolución
tecnológica. En suma, la indestructible concurrencia entre desarrollo y
progreso, entre civilización y cultura universal.
Dejan
atrás las palabras del Primer Magistrado de la República la imagen difundida
por los enemigos de la creatividad humana en cuanto a que las técnicas hacen
desmerecer la alta cultura y que tan sólo dan paso a materializar los esfuerzos
hacia el bienestar de las mayorías.
El
ser robótico ya no es sinónimo de copia repetitiva sino todo lo contrario: es
manifestación del ingenio de los humanos que procuran apoyos a sus tareas
cotidianas.
Al
igual que toda innovación informática las ventajas derivadas del uso del robot
o bien la aplicación de éste, ya no tan nuevo recurso tiende a disminuir el
desgaste del hombre y permite el disfrute de ventajas insospechadas.
Las
innovaciones en las áreas donde imperan las hazañas de la tecnología conllevan
a la convicción de que el trabajo calificado resulta mucho más calificado, o,
con otros términos, tiende a ser más
llevadero y en la práctica ventajoso por el ahorro economía de los tiempos.
De
todo esto, queda la generosa impresión de que la esencia de la moderna
pedagogía está en la capacidad innovadora. Y como dice el Presidente, en la
creatividad.
Educar,
no cabe la duda, es enseñar a crear.
Se
educa al infante, al adolescente y al joven en la misma medida en que se le
muestra o se le comunica el valor de la duda metódica, el alcance visionario y
revolucionario de la hipótesis.
Y
se le maleduca acudiendo a las viejas creencias basadas en lo repetitivo, así
como en el memorismo según la creencia de que el saber y el conocimiento
consisten en reflejar y copiar la realidad externa, el mundo de las ideas
platónico: o sea, lo inmutable y absoluto, lo que que jamás cambia.
Es
verdad que la innovación y la creatividad están al alcance de quienes se niegan
a repetir y no a trazar caminos nuevos al andar.