Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 4 de junio de 2018

NUESTRA INCIPIENTE DEMOCRACIA; LOS DEBATES


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Mal andan las cosas en nuestro medio político. Queriendo ser más papistas que el Papa, con todo respeto, se incurrió en la peor de las falacias: hacer pasar por democracia lo que no ha sido, hasta ahora, sino caricatura de la susodicha forma de gobierno.
Los debates públicos han sido todo lo que se quiera, menos una confrontación de ideas, de propuestas y modelos o paradigmas.
Todo se ha convertido en palabrería, en reyerta y guerra de ofertas, de dimes y diretes en el mejor de los casos.
A la invocación del voto como garantía de participación se ha seguido la andanada de ofrecimientos a cambio, lo que se traduce esta elección en  un vasto comercio en el que los aranceles son la compra-venta velada de sufragios.
Así, mientras unos, o unas, abiertamente ofrecen una cantidad determinado en caso de manifestarse su adherente, otros lo hacen prometiendo beneficios que no están al alcance de las familias pobres, bajo situaciones similares.
Disminuido o francamente rebajado el valor del voto ciudadano por parte de los demagogos de siempre, se ha puesto al descubierto mil y una formas de corrupción, mil y una tácticas para hacer del poder público fuente y venero inagotable de capitales mal habidas y gravámenes sin fin que laceran a la población.
Aparejado el latrocinio con la impunidad; es decir, identificado uno y otro en cuanto a la torva finalidad que se le asigna, no se sabría qué opinar acerca de que no está nada mal si se pusiera término final al fuero que, como manto protector, torna intocable al corrupto o autor de fechorías de esa clase.
No nos queda nada mal el dicho popular de “candil de la calle y oscuridad de la casa”. Nos referimos aquí al bloque de países que autodenominados, del que México es parte, en defensa de la democracia en Venezuela, para condenar vicios ancestrales. En otros términos: si hay instancias jurídicas internacionales para sancionar a cualquiera de los miembros de la OEA como es el caso, no cabe sino admitir que se trata de llano intervencionismo.
¿Y qué decir acerca de nuestras relaciones con el todopoderoso país del Norte? ¿Qué esperar de una relación en donde la dependencia se enseñorea en cada decisión en la que somos parte por determinación unilateral del dictador Donald Trump?
Poco o nada bueno hemos aprendido de nuestros vecinos a quienes por cierto hemos dado, de nuestras flaquezas y pobrezas, el apoyo requerido como en la Segunda Guerrra Mundial, por medio de alimentos producidos en el agro mexicano.
Mano de obra con bajo costo tuvieron a su alcance los agricultores estadunidense. Y ni qué hablar cuando nos enteramos de la llamada “fuga de cerebros”.
Se empobrece nuestra débil organización democrática por los embates de dentro y de fuera.
Los actuales contendientes por el máximo poder, la Presidencia de la República, han hecho todo lo humanamente posible por mostrarnos ante el escenario mundial como malos aprendices de la democracia histórica en cuyo seno los líderes son hechura de los ciudadanos y no al revés: esclavos y abyectos servidores de la voluntad omnímoda.
Reyerta y guerra de acusaciones han sido los debates preelectorales. Ofertas nada gratuitas al ciudadano común. La Nación se cubre de sangre: Mujeres, políticos y periodistas son las víctimas principales.
El clamor es ya unánime: escribir con punto final a las campañas semi eternas como la que nos ha tocado sufrir y padecer resignadamente. Basta ya de mentiras caricaturescas que nos causan daños irremediables.