Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







domingo, 19 de noviembre de 2017

EL TLC Y LA UNIDAD AMERICANA BAJO AMENAZA

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Al comenzar la quinta ronda de la renegociación del Tratado de Libre Comercio (TLC), lo primero que salta a la vista es el encono con el que se han efectuado las anteriores entrevistas.
El libre comercio ha sido puesto en tela de juicio, y con ello los beneficios en materia de desarrollo y crecimiento, sobre todo para la nación más vilipendiada: México.
Las amenazas están a la orden del día. Unas veces  son los gravámenes fiscales. Otras, la migración. Finalmente, el Tratado dejaría de ser multilateral para convertirse en una especie de “ley del azadón”. Es decir, todo para acá; nada para los demás.
Una muralla invisible, pero temeraria por su eficacia demoledora pende sobre las cabezas de Canadá y sobre los hombros de nuestro país.
De manera similar a lo que ocurrió con el tratado que dio sentido a la Unión Europea, se tejieron en torno al TLC diversos y numerosas ilusiones y esperanzas hacia el futuro del Continente.
De la apertura comercial, es decir, de la inmediata utilidad y los beneficios materiales se ha transitado a la reivindicación de una ciudadanía para todos. La paz permanente se alzó como un trofeo de  aquel fragoroso proceso negociador.
Igualmente, en vez de la ciudadanía común, está el caso de Gran Bretaña, la discriminación y el racismo suplieron al ansia de igualdad de oportunidades y el cierre de fronteras.
Lo que allá produjo el terrorismo islámico, aquí lo está condicionando el narcotráfico, el negocio y consumo de las drogas.
Amenazado el Tratado por la nueva administración republicana, desde los Estados Unidos se han lanzado más advertencias al grado que en vez de negociación o renegociación se trata de una sutil manera de encubrir lo que sería franco y abierto ejercicio del más fuerte. Del trasfondo emergería una dictadura por parte del país más poderoso, comercial y políticamente.
Está en juego el ideal del igualitarismo, asimismo, los principios de equidad y tolerancia.
Queda aún la espera por una modernización efectiva del Tratado. Si bien la esperanza es lo única que resta al final de la polémica, habría que aguardar la llegada de la cordura y el buen entendimiento.
América sigue siendo, no obstante, el Continente del futuro.
La unidad de América, con todo y la palmaria diversidad, con todo y la desigualdad en cuanto a desarrollo y tocante a progreso y crecimiento, es la estrella polar que puede guiarnos hacia puerto seguro.
Está de por medio la propuesta de practicar cada quinquenio una especie de introspección, con la finalidad de corregir, enmendar y quitar los obstáculos acumulados al paso del tiempo.
Aprovechar las lecciones del mediato e inmediato pasado es requerimiento ineludible frente a frente de  la voluntad de cambio de rumbo, sin llegar al extremo de derribar o sepultar todo lo bueno que sea el remanente.
La unidad de América es el antídoto para vencer a los colosos del crimen.
El imperio de la democracia ha de ser la vacuna preventiva ante los prejuicios y el virus de la imposición y la dictadura.
La gran prueba es, por hoy, la sobrevivencia del TLC.
La gran negociación podrá más que las amenazas veladas y aterradoras.
Un TLC renovado es garantía de unidad en medio de la diversidad.

La quinta ronda, en este áspero proceso, bien podría ser el comienzo de una Era de paz, libertad,  creatividad y modernidad