Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







martes, 21 de febrero de 2017

MÉXICO Y EU: LA PAZ POR MEDIO DEL DERECHO

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Toda vecindad implica problemas. No hay ninguna exenta de dificultades reales o por malentendidos. Las hay inclusive en donde los protagonistas llegan más allá de lo deseable. De las palabras se pasa a los hechos y de ahí a la violencia cruenta.
México y los Estados Unidos  son vecinos.
Como país hemos sido víctimas de la referida vecindad, al grado de haberse visto mutilado nuestro territorio por motivos jamás justificados. Actualmente vivimos horas de incertidumbre y de zozobra. Nuestros connacionales allende el Norte  padecen de acoso, redadas y deportaciones.
La indignidad hacia las personas, está a la vista. No hay día que pase en que no se den a conocer sucesos lamentables, abusos oficiales sin término. Al contrario, los vientos que soplan en la frontera con la poderosa Nación, son de temor y miedo; hay tragedias familiares sin fin.
Las manifestaciones contra las políticas anti migratorias se suceden aquí  y allá. Lo mismo en la capital de México que en la de Norteamérica. Pero, nada parece obtenerse como no sea la explosión del vituperio, los denuestos y el afán de venganza en contra de los autores de los acosos.
Se grita que Estados Unidos son los victimarios. País de migrantes, hoy su flamante mandatario, Donald Trump, los convierte en campeones de la antiinmigración. El enojo se ha vuelto odio hacia los vecinos del sur; es decir, hacia todos los que se nos identifica por el color de la piel, por la precaria condición social y por las penurias económicas que han hecho salir de la patria de origen.
A primera vista, México y los mexicanos somos los victimarios. Arrebatamos, en esa hipótesis, los empleos que pululan allá; seríamos además portadores de violencia. Y para colmo, propiciamos el crimen organizado, exportamos a los capos del narcotráfico en franca agresividad a la paz de sus hogares.
Hoy, el presidente Trump y su gabinete nada dicen del tráfico de armas, del estado de esclavitud que sufren los trabajadores del campo y de las fábricas, que laboran en condiciones similares a los tiempos previos a la Revolución Industrial.
Nada se hace saber de los años de amargura anteriores a la lucha de Luther King con el fin de lograr acceso a la educación, como establece una sana política en materia de Derechos Humanos.
Cada vez la vecindad, así, se vuelve más lejana y distante. Y lo peor es que nada indica que es pasible, sino que los síntomas se agravan y las anomalía no tienen límites inmediatos.
Desde dentro, aquí, las cosas no marchan como era de esperarse. A grandes pasos, la situación se ha politizado, valiéndose de una situación adversa de coyuntura internacional: el precio de los combustibles.
Se pide, se exige y conmina  al jefe del Poder Ejecutivo, al Presidente de la República, a que tome decisiones que no están a su alcance. No es Peña Nieto el David que muchos quisieran ante el imponente Goliat. Carece de la honda legendaria que hizo de David el héroe victorioso en la desigual contienda.
Por otra parte, y esto es lo más dramático, no se escuchan voces que hablen de dirimir civilizadamente los conflictos. No se habla del Derecho como principal y último recurso, a fin de solventar las diferencias.
Es mucho decir. Pero nos encontramos como en tiempos anteriores a la Sociedad de Naciones.
En su obra “Derecho y Paz en las Relaciones Internacionales”, el príncipe de los juristas, Hans Kelsen, dejó escrito: “A pesar de todo, parece que la idea del Derecho sigue siendo más fuerte que cualquier ideología de poder”.

Estamos a esas resultas.