Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 22 de agosto de 2016

TRANSPARENCIA: LA UNAM, UN EJEMPLO CIUDADANO



La Nación está urgida de ejemplos a seguir. Sobre todo, en el ámbito educativo. Ahí, se yergue la UNAM en cuyo vasto “campus” se forman y se informan miles de mentes  con aptitudes para engrandecer la Patria a la que pertenecemos y en cuyo seno hemos sido engendrados para servirla y devolverle, enriquecido, lo que nos ha sido otorgado.
El nuevo Reglamento de Transparencia aprobado por el Consejo Universitario y dado a conocer por el rector Enrique Graue, es modelo y ejemplo a proseguir en la medida que abre espacios a la participación, hace posible el ejercicio cabal  y público de las instituciones en lo concerniente a sus deberes, y da sustento al ejercicio de la corresponsabilidad en lo que se refiere a la fundamental obligación de rendir cuentas de manera clara y oportuna.
En vez de ínsula, la UNAM da un paso decisivo con el propósito de mostrar y demostrar con fundamento legal  que su autonomía consiste, esencialmente, en ser sustento académico. No es bastión de secrecías  y tampoco puerta de entrada para el uso y usufructo indebido de recursos que la sociedad coloca en sus manos para cumplir con su alta función educadora.
Primera en tiempo, por su larga historia en el mapa educativo del país, la UNAM fortalece con la premura y la atinencia del caso, desde su propia demarcación, el contenido y el alcance de la flamante Ley Federal de  Transparencia y Acceso a la Información.
Titular de derechos inviolables en todos y cada uno de sus templos del saber universitario, la Máxima Casa de Estudios de México da un paso al frente con la suprema finalidad no sólo de convalidar la tendencia transformadora de la Nación, requerida de cambios sustanciales en su experiencia política, económica y social.
Hace profesión de compromiso público con el objeto de que el patrimonio que los ciudadanos han puesto bajo su disposición y tutela esté abierto a la consideración de todos, a fin de que la transparencia sea un recurso de control y un argumento para el pleno ejercicio de sus elevadas encomiendas.
En este sentido, la rendición de cuentas es mucho más que un recuento de sumas y restas. Más que de forma, dicha práctica se inscribe en un formato que abarca todas las vertientes de la vida académica interna de la institución y de lo que, con toda precisión, Guillermo Soberón, el Rector Magnífico (así con mayúsculas), denominaba      
la extensión cultural y educativa de la Universidad. Es decir, más allá de sus muros y entornos.
Rendición de cuentas, así, de lo que hacen sus docentes, sus alumnos, sus centros de investigación; en suma, lo que a la fecha realiza su casa editorial en tanto y cuanto difusora, promotora y educadora de virtudes éticas y cívicas.
A título de ejemplo, el rector Graue Wiechers pone el dedo en la sensible herida que motiva enojo y frustración en la vida cotidiana de la UNAM: el tema de cómo y cuándo recuperar el auditorio frívolamente llamado “Ché Guevara”,  ocupado por quienes nada tienen  que ver con la actividad académica de la institución.
En este respecto, convoca al Consejo con la encomienda de establecer las formas que hagan posible el rescate de dicho espacio, el cual por más de cinco décadas fue constitutivo de la Facultad de Filosofía y Letras que señorea, como símbolo de libertades y derechos, a la enseñanza superior en el país.

Bien porta y comporta la UNAM el título de “Mater et Magistra”. Ha sido y es generoso ejemplo ciudadano. El Consejo Universitario y al frente de ella, su Rector actual, así lo atestiguan. Los tiempos que corren lo amerita.